CABALLERO DE LA TRISTE FIGURA

CABALLERO DE LA TRISTE FIGURA 1
CABALLERO DE LA TRISTE FIGURA 2

Y uno, que alcanza a ver los gigantes que son estos molinos,

que no de las corduras de sus enemigos,
sino de la justiciera sinrazón que del Quijote hace es hijo.

Uno, que comulga del de la «manchega llanura» las ideas justicieras,
que arrenda zurdos Rocinantes y lleva en el pecho Dulcineas
no entiende por qué lo de gustar
causas perdidas
no contenga ni justicia ni hermosura.

Uno, que no mecánico sino orgánico,
de azul silente bosque y no de ruido,
no entiende por qué los nobles viejos hálitos
de la libertad 
en sus pechos no han calado.

¿Por qué se dejan petrificar el alma?

No hay utopías en su vocabulario,
si no hay utopías en su vocablo,
entonces, hablan capitalismo,
habitualizan conformismo, viven estereotipo
y existen consumismo.

Ni en bolsas de compras para señoras estereotipo
que buscan calidad de vida en el plástico
de las tiendas departamentales,
ni en esas cabezas de algunas juventudes que nada crean
o los señores violencia de hoy en día.

En ellas, ellos,
en sus logros
no caben convicciones;
mucho menos una vocación,
ni en sus cuerpos un espíritu,
ni son sus ojos espejos dónde aparezca un otro.

Pero, en fin, para terminar,
iré al motivo de esto,
a ella,
la inteligente muchacha,
que está en este poema,
que está en este final,
y en todas partes lo está

Y es que ella era tan sana
que no entendía
mi enfermedad.
Tan gran mujer equilibrada
y yo siempre niño.

Dulcinea que había dado fin
a las historias quijotescas.
No entendía la “amada enemiga mía”
que de quererla tanto era esta poesía,
y mucho menos en su altiva fermosura
entendería, al este siempre suyo Quijotillo,
caballero de la triste figura.

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