Cantatastrófica

Cantatastrófica

Podría intentar
ascender a las montañas inamovibles de lo sacro
ir a la soledad de los bosques de árboles centenarios
perderme entre las cavernas fundadoras del arte y de la ciencia
vagar por las selvas del conocimiento sin inicio ni final
sofocarme en el desierto ignoto de la buena fe
nadar en las aguas de temporal de la inmemorable ingenuidad
herrar sediento en los pastizales del placer no conseguido
o hundirme en el pantano de la satisfactoria iniquidad.

Podría entonces, planear un itinerario
recorrer la planicie de Janos,
aprendiendo el lenguaje de los berrendos y la firmeza de la gobernadora
transportarme hasta Alvarado y presenciar el misterio de sus inflorescencias
y rendirle culto al caimán, modelo del mundo celeste y terrenal
perderme en el cristalino Puerto Morelos
y pretenderme aprendiz de la arquitectura hermatípica de sus pólipos
internarme en Altar e intentar la restitución de las geoformas,
mientras descubro la falsedad de la coralillo y sus colores
entregarme a Kalakmul, rogando amparo a la ceiba,
al canto sonoro de los monos, transmutado en jabalí
penetrar en los misterios serranos de San Francisco
para reverenciar a la sagrada ballena y al mítico conejo
extender mis pasos por las faldas del Ajusco
pidiendo bendición a los ocotes y consejo a los teporingos,
o simplemente congelarme en la cima de alguna mujer dormida.

Una vez ahí, devotamente postrado
recitar el oficio divino de las bestias
reescribir los flamígeros dogmas de la teología de los asnos,
cantar en verso las penurias de los cerdos,
leer la doctrina heteronómica de los peces,
orar el credo de inmolación de las cabras y carneros,
repetir los fundamentos capitales del sacrificio de las aves,
y venerar la ofrenda forzada de las reses.

En ejercicio de expiación de la sinceridad,
enunciar los axiomas de obediencia de los perros,
denunciar las premisas del cinismo de los gatos,
demostrar los teoremas zoológicos de la necesidad.

También, como ejercicio de purificación
dar testimonio de la transformación del ajolote
del prodigio de la visión táctil del murciélago,
o de la primacía aerodinámica de la suspensión del colibrí,
y confirmar el milagro de la bioluminiscencia,
transcribir la partitura monacal de las abejas,
y el himno sagrado de los grillos,
seguir el coro cardenche de las ranas
y presenciar la danza misteriosa de las mariposas.

Muy a mi pesar,
sólo sé viajar en las aguas negras
abordo de una hoja de papel de china
navegando la ciudad y sus drenajes profundos,
arrastrarme entre la noche y el día
en compañía de las ratas
buscando apenas superar la dignidad de los parásitos.

Muy a mi pesar,
sólo sé adentrarme en los palacios de basura
para esconder secretos tras un arrugado celofán,
rondar en las plazoletas del consumismo
pasearme en los jardines de la anomia
sin producir nada, sin entender nada,
nublada la vista por mi sombra,
aturdido por el ruido de mi aislamiento,
ávido apóstol de la destrucción del mundo.

Por: Wulfrano Arturo Luna Ramírez

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