Cósmica, si se escribe un verso, se está sembrando amor

Cósmica, si se escribe un verso, se está sembrando amor 1

A: la Doctora Cósmica

Hasta donde quiera que sus pasos anden

De: Ya sabe quién.

El Salto, Jalisco, México. Madrugada del 2 de febrero del 2019.

El amor es cósmico. El amor te nace explotando en luz, como estrella que llevas en el pecho. Estás, por ejemplo, a mitad de un curso. Registras y anotas a los participantes en tu lista de asistentes. Aburrido como siempre esperas a comenzar. Escuchas que éste día te van a incluir más gente. Los y las aguardas. Mientras, tu rostro muestra la tormenta negra que llevas en la mente. “Quién está mal por dentro, está mal por fuera” te dices, lo sabes, te repites. Cuatro años sin ganas de haber tenido corazón -como dice Vallejo- y sin esperanzas en el horizonte te han hecho amargo.

Hace tiempo que nostalgias por la belleza y la bondad. Las sabes idas, inaccesibles – “hay ternuras imposibles para este mundo ya” – sollozas como la verdad que habitas. Todo es tedio. Todo es negro. Todo es cuervo herido. De pronto, escéptico de la belleza y lo sublime, te quedas paralizado al verla justo como haría un ateo ante un milagro cuando ella entra en el salón. Su cabello oscuro parece un pedazo de la noche que ondea y cascadea por su espalda. Camina con soles posados en sus hombros. – Cósmica- dices boquiabierto a tus adentros. Hermosamente, dentro de ti, por sorpresa, como sucede con los nidos, nace un pájaro a trinar.

Se levanta tu corazón como un jilguero a cantar la música del amor por el amanecer que traen sus ojos. – Ya imaginas a qué le cantan los pájaros- . Ella te dicta su nombre. Le escuchas hablar y es suave su aliento frente a tu rostro, muy parecido al suspiro del viento tibio en la playa en calurosa noche de Veracruz. Algo se enciende, y la chispa incendia una niebla que va creciendo por tu pecho, y recorre inmediatamente tus venas, todo tu cuerpo. Y la vida, aquella perra decepción, queda redimida ante su mirar.

Si la tarea del poeta es testimoniar de la belleza, la tarea del pájaro es nacer la luz en trino. Aún sin creer lo que pasa, dices a la nada o a quien sabe quien dentro de ti – pero…ella, es que ella. Ella sonríe y… ¿cómo puede hacer eso una sonrisa? Lo de crearme paz con su ternura-.

Más que talento, la poesía es truco. Y el poeta un mago. Con las palabras, las de siempre, las mismas; con ellas hace. Mixtura con ellas. Acomodadas de forma tal que al decirlas aparezca algo, es la tarea del poetizar. La poesía, así, bien podría ser incluso un modo de hacer venir a un dios. Si yo fuera un alquimista como los poetas. Te hilvanaría unas palabras para que fueran un collar de perlas. E incluso, las formaría tal que, al pasar por tus ojos u oídos, sonrieras, y una paz naciera por tu sonreír. Como si el sentido y sonido de lo que se te dice, fecundara amor.

Porque el ser es aconteciente, todo, la poesía es un acontecimiento. Y el acto más grande y bello que se puede hacer en este mundo (que no es el mejor de los posibles) es un acto de amor. La poesía rasguña muros del rencor y del odio en este mundo cuando habla del amor. La lectura de un verso cataliza las sonrisas que encienden el amor. Si sonríes por poesía, verás, que si se escribe un verso, Doctora Cósmica, se está sembrando amor.

Desde algún rincón de las mesetas jaliscienses

Atte. Ya sabes quién.

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