EL COWBOY E ISABEL/ carta II

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CARTA II

14 FEBRERO DE 18…

Mi preciada Isabel:

Hoy cómo ha querido la luna mirarse en un verso. Ríe coqueta y baila color espejo por la clara noche. Y, sin embargo, Isabel, yo tan terco, de ti escribo, hablo de ti, y en ti solo pienso. 

¡Oh! Luna, no. Me perdonas que esta noche no pueda poetizar contigo, pues, mientras me deje esta luz de vela, escribiré sólo de ella. 

Isabel, parado estoy en la cumbre de mi destino,  donde tú, castaña Sahara, me has soltado de las manos. Y qué soledad hace aquí conmigo.  Estoy a la intemperie de la desesperanza, e intento encontrar sentido de sobrellevar este des-querer, abrazándote Isabel, en esta hoja de papel donde se palpa un desamor. Isabel, y ya no estoy contigo allá en tu habitación, donde, como un pájaro iba a ver tus sonrisas en flor. Ya no tengo esa champita del amor. Ya no tengo ese gran consuelo del mundo, y, si supieras que absurda siento esta libertad, esto  tanto de querer. 

En el cielo, se ha escondido tras las cortinas de las nubes a llorar mi desoída luna. Que me perdone hoy en que la ignore, y porque  mate, así,  a mi única que siempre me acompaña. Isabel, en esta hora del tabaco  preparo el ritual de algunos suspiros y siento, a bocanadas de la doliente noche, como si por partes, se me huyera hacia ti la ansiosa alma.

¡Cómo avanzar contra el venablo de la verdad traspasando un ala! ¡Oh! Cielo de antaño providente por los perdidos dioses, regala un ápice de descanso a mi derrengado espíritu ¡Divinidad ática! ¿Será tu providencia, así,   la que pasa hiriendo a la cada vez más basta noche como rayo lácteo en vuelo de lechuza?  ¡Es el alma de mi amigo!  ¡Nefta!  Etéreo inseparable, ven y presta un hombro para posar el llanto, y sentir que sobrevivir pueda,  a este momento: al desamor inquebrantable.

Isabel, tú por tu parte, perdona que te envuelva en tristes pensamientos, cuando tu noche, allá en que sonríes, ha de ser tan bella. 

¡Oh! que dulce es tu mirada, castaña Sahara.

  ¡Oh! Cuan afanoso es el lenguaje del viento, que trae en su aroma mensajes de tu perfume. 

Pero ya te dejaré por hoy la imagen tranquila, que sea mejor mañana a la luz de un azul cielo, cuando cabalgue, y  encuentre, al recordarte, los versos que sonriendo llevas. Es la  hora ya de apagar la escritura, pues esta, es posible sólo mientras la vela dura. 

Me despido, porque ya, ya basta hoy de ti. Parto a extrañarte en el silencio, sintiendo como siempre, la terrible y urgente necesidad de tu consuelo.  Un beso mi castaña. Dormiré (intento) con la imagen de aquella vez que entre una tormenta, al caer un rayo ¿te  acuerdas? por primera vez te besé.  

Descansa, y buenas noches, Isabel.

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