LA BALADA DE ISABEL
Érase una vez enero
en que fuera lo dejaste
del horizonte tus ojos,
de tus ojos escoceses,
Castaña Sahara
el deseo que nos juntaba.
Y a tu prisa de mi marcha,
lo que desee no se salvaba
allá en tus ojos mi muchacha.
Más ya no pertenezco
al sendero en tu mirada
¡oh! Castaña Sahara
advirtieron tus mieles ojos
apurando hacia un vacío
el tranco de mi dalton
para desolada marcha.
“La Castaña no ha querido” decía
en su silbido el viento
y su eco carcomía
en la cueva de mi pecho.
Las verdades en que atrapas
¡Oh! Castaña Sahara
este amor que es solo ahora
¡Oh! mi Castaña
una herida en verso hacia la tarde:
Que el amor no da certezas
¡Más es peligro constante!
Ya me enseña la vida
en la herida de esta tarde.
Y la herida ahora en que te llevo,
si a caso no haya de matarme;
con pólvora y con cuchillo
sanaré yo austeramente
refugiado allá en mi verde valle.
Que me quede el corazón herido
Castaña Sahara,
¡Y nunca vayas a buscarlo!
Que lo curaré con verde soledad y bosque,
a canción, poema y cuchillo
¡Ay! Mi corazón dolido
cuando en verso herido cante:
Rudo rodeo de la vida enamorarse.
Pero, entre estos 8 segundos que me dura
¡Rutina ha de ser de siempre
el caerse y levantarse!
Y no, no apresuraré mi cabalgata
como huida en esta tarde, pues…
para el sino de mi corazón
sanaciones apuradas ya no valen.
Dejaré ser el desamor
que voy llorando en mi tonada.
¡Espera un poco ahora!
Dejemos que el sol se apague,
que pasee tranquilo el tiempo,
dalton, y, después
con él nos habremos ido,
caballo viejo amigo,
por la herida de la tarde.