I
La muchacha de siempre vino al sueño en que soy herido.
Aún no deja de venir
Con su sonrisa sin mí
Con su sonrisa sin nosotros
Con su sonrisa de itzelina
tan temprana la malintencionada y laceración.
La muchacha de siempre vino al sueño en que soy herido
¡Es que…!
Y amigos…
¡Y nunca le puedo impedir nada!
La todopoderosa
Pero…ya puse en jaula a mi olvidado corazón,
sé lo que aún siento, y no quise, al verla
saliera a bienvenirla.
¡Qué pobre ave corazón!
Cuánto aleteo desesperado
guardando mudo
el trino de mi verdad.
Ella viene a confirmar en sueño el miedo,
Su espada de pedros
Atravesando tanto
traicionados te quieros.
La muchacha de siempre vino en sueño…
Recalcando, machucando
De enorme su pie contra mi levantar
Mi corazón.
La muchacha de siempre vino en sueño
Y ha repetido su burla sin testigos
Y yo con mis miedos recojo a llevar
lo que en vigilia he de negar:
la guadaña con dientes
sobre mi estrella rota
que es su fría sonrisa;
por la siempre muerte
por la muerte de algo en mí,
de cada avance mío,
de cada siempre mío,
de cada flor brillosa de mis ojos
cada tanto en sueño
que me mata en la garganta
y me ve morir.
II
Maldito, temible
¡Umbroso sueño!
La escena del sueño:
Inclinar la cabeza,
iracundo y para siempre triste.
Y para siempre
Con un César Abraham Vallejo
Para siempre triste en mi corazón
“le pegaban todos sin que él…”
Doy media vuelta.
La ejecución:
crispando los puños, frunciendo mi ceño
cerrando los ojos.
¡Me vencieron!
¡Ay!
¡Qué puñalada!
Al momento…
Despertar agitado, medroso
Cuarto, soledad y lucha.
No dormir, temiendo el otrora
Dulce ensueño.
¡Palpitares!
¿Y ahora…?
Quedo y fría ventana.
Nada.
El resto de mi madrugada Getsemaní:
Rito Cristo ansioso de reclamar con furia
al mar del tiempo
que no termina por llevársemelo
a este cáliz
que la trae intempestivamente
en una ola de sueño
con su voluntad de malvado océano,
como fantasma de una alegría vencida
burlada, atravesando mi quietud.
La muchacha en que yo vivo
Ella, viene a herirme en cada sueño a madrugada,
tiempo, donde yo aún lucho
las batallas
de una cabeza enferma
y un alma herida
para respirar tranquilo,
o entre tantas cosas
quitar ese puñal de mi espalda
¡Ay!
para dormir tranquilo.
Excelente!!!!!!
«saliera a bienvenirla»
pepita y filón de lengua nueva y clásica.
Carlos Alberto Roldán