Por Itzel Jordán
Padre nuestro que estás en los cielos,
santificado sea tu nombre,
venga a nosotros tu reino,
hágase tu voluntad aquí en la tierra como en el cielo.
Aquí en la tierra como en el cielo,
aquí en la tierra no como en el cielo,
la voluntad de la tierra, no la del cielo.
Muchos hacen tierra del cielo.
Revuelcan en la tierra lo que bajan del cielo,
del cielo no dejan nada más que el infierno
que es su cielo revolcado entre la tierra
de los que aman a dios
de quienes dicen y aclaman a dios
en la iglesia
en los templos
y bendicen con agua su palabra,
pero son tierra .
Y la tierra con agua se hace lodo
y del lodo y agua se hacen charcos
donde se revuelcan en sus fangos.
En el nombre de dios,
glorificando a dios
aquí en la tierra como en el cielo,
aquí en la tierra no como en el cielo.
Encienden el fuego elevando un ave María,
pero eran velas, no antorchas
y se preparan para crucificar al débil
a la que no tiene voz,
a la que jamás fue escuchada,
a la que ahogaron en esos fangos en nombre del amor,
a las que fueron esclavas,
relegadas,
golpeadas porque no dieron sexo al hermano
porque no convencieron al padre de rescatarlas
ni al padre suyo
ni al padre nuestro
ni a la santa madre, que también es María, pero no santa
ni a la hermana patriarcal gozosa que brinca en el charco
feliz en su fango
con quienes le lanzan el agua bendita
pero no actúan con la mano de dios.
En el nombre de dios.
Glorificando a dios
aquí en la tierra como en el cielo,
aquí en la tierra no como en el cielo,
aquí en la tierra no como, porque me cierran las puertas
aquí en la tierra no, porque me encierran
esclava, maldita,
cierren tu boca.
A ti no te escuchará dios
¡Amén!