Lo que aprendimos de Ayotinapa (un libro-collage)

Lo que aprendimos de Ayotinapa (un libro-collage) 1

O alternativamente: un dialogo entre Aníbal Malaparte y la desaparición forzada de los 43

El materialista histórico no puede en ningún caso renunciar al concepto de un presente que no es transición, sino que en él el tiempo se halla en equilibrio e incluso ha llegado a detenerse. El historicismo nos plantea la imagen ‘eterna’ del pasado; el materialista histórico nos muestra una experiencia única con éste. Deja a los demás que se desgasten con la puta ‘Érase una vez’ en el burdel del historicismo y permanece dueño de sus fuerzas: bastante hombre para hacer saltar lo que es el continuo de la historia.

Walter Benjamin

I

Aníbal y la historia

La historia no es solo justicia para el futuro, es venganza por el pasado.

Eso me dijo Aníbal en cierta ocasión, el contexto era un círculo de formación política donde estudiábamos la traición de los socialdemócratas al proletariado alemán que permitió el ascenso de los nazis que luego se convirtió en una sesión de sparring para continuar el debate con unos pulques en el local xalapeño La otra.

Libros que exploren desde la poesía la historia no son nuevos, pero si pocos, entre los ejemplos inmediatos que se me ocurren es aquel donde Roque Dalton apeló a la memoria de los viejos comunistas salvadoreños para escribir una historia de genocidio y resistencia olvidado por muchos. Tanto Dalton como Malaparte no se lanzaron a escribir esto con el ánimo de una crónica o escribir una tesis olvidable dentro de los muros de la torre de marfil de la academia sino para mostrar que nuestro pasado condiciona nuestro presente y que nuestro presente selecciona cuidadosamente entre sus múltiples pasados.

Al igual que en su La asamblea de los fantasmas (Valparaíso, 2023) Aníbal no describe los espectros del pasado desde lo posible sino desde los limites de los posible: como Sartre aconsejaba a los jóvenes del mayo francés el objetivo no es luchar desde lo posible sino hacia lo imposible. Lo mismo ocurre con este libro: no existe para alimentar el fetiche de la agónica nostalgia, sino que se aferra al pasado con rabia y tristeza mientras (re)construye con pasión la amoral ambición de la vanguardia proletaria.

Aferrado a la venganza Aníbal escribe este libro no pidiendo socorro sino ofreciendo su inteligencia y violencia. Es un poemario-testimonio donde aporta una reflexión política resultado de las traiciones, las decisiones pobres e impulsivas, la represión y la agitación sin teoría que dominaron las masivas movilizaciones de aquellos meses donde el Estado burgués mexicano sobrevivió no por sus propias victorias sino por los autogoles de los rebeldes que se quedaron sin guía, lo cual fue aprovechado por un López Obrador que prometió sin comprometerse para reinventar el viejo sistema neoliberalista sumergiéndonos nuevamente en el atasco político y el desconcierto ideológico.

Por supuesto, está demás decir que las ganancias de este libro van enteramente dedicadas a la Asamblea Nacional Popular: el organismo a través del cual las madres y padres de los 43 normalistas desaparecidos convocan a diversas organizaciones sociales a participar en las acciones políticas de masas que exigen al Gobierno Federal la presentación con vida de los estudiantes, el esclarecimiento del caso, verdad y justicia.

Ayotzinapa.

Lugar de las tortugas.

Tu herida encarna nuestro tiempo y enseñaste

una vieja verdad que muchos sabían

pero pocos comprendían.

De ti aprendimos el placer del odio

y la voluntad de la venganza.

II

Aníbal y el marxismo

México tiene un largo historias de derrotas, los jóvenes del 68 se dividieron entre quienes buscaron la democratización del régimen nacionalista burgués (y con tal de ganar terminaron por convertirse en una parodia de si mismos) y los que buscaron el socialismo por la vía de la lucha armada que terminaron sus días en los vuelos de la muerte y el horno crematorio. El EPR tuvo que replegarse tras su derrota militar en los años noventas cuando nadie en México decidió acompañarlos en su alzamiento y el EZLN fue derrotado políticamente cuando rompió con las FLN y militarmente cuando aceptó convertirse en un ejercito desarmado como condición de apoyo por parte de activistas, intelectuales y especialmente ONG´s que sostienen ahora al zapatismo.

San Salvador Atenco fue reprimido a sangre y fuego como medida preventiva a que se convirtiera en algo realmente peligrosos y lo mismo sucedió con la APPO que fue reprimida y cooptados algunos de sus sectores (especialmente magonistas) quienes un día llamaban a los leninistas mexicanos socialdemócratas con pistolas o la otra cara del fascismo y tras el restablecimiento del orden estatal llamaban a defender las instituciones electorales de la burguesía o calificaban a la policía como pueblo armado.

Otro tanto pasó con el movimiento contra la imposición de Peña Nieto (que fue mucho más que los anémicos pequeño-burgueses de #YoSoy132) que terminó en un estallido de combate callejero en la Batalla de San Lázaro donde la expresión de violencia sirvió también como muestra de la impotencia por impedir la toma de poder del encopetado agente de televisa.

Las movilizaciones masivas por la desaparición forzada de los 43 no fueron una excepción sino que siguieron con la misma estela de indignación moral seguida de falta de claridad ideológica y que llevó a que se crearan decenas de tácticas enfrentadas y ninguna estrategia para estas mismas movilizaciones.

Ante estos antecedentes Aníbal nos ofrece de nuevo la fruta prohibida por las buenas y malas conciencias de la burguesía: estudia el marxismo, no puedes ser revolucionario empleando las atrofiadas herramientas intelectuales que la burguesía te ha vendido fingiendo que te las ha regalado.

Esta seducción leninista no se detiene ahí. Lleno de la claridad que solo nos otorga la ironía destilada en odio en su más fino grado Aníbal pone el dedo sobre la llaga: en medio de su collage de poesía futurista y extractos de análisis revolucionarios del siglo pasado introduce testimonios sobre la derrota intelectual que llevó a la bancarrota moral de muchos ex manifestantes que hoy en día son los más estridentes liberales-conservadores.

Esta propuesta de Aníbal Malaparte viene a llenar ese vacío ideológico: no se trata de reformar el sistema desde dentro ni de refugiarse en sus márgenes sino de aprovechar sus contradicciones para destruirlo y construir algo nuevo. La respuesta no viene del pseudo-horizontalismo de las ONG´s tan repetido por el anarquismo como tampoco de integrarse a la anodina reforma sin originalidad que pretende reconstruir el viejo priismo con un barniz de izquierdismo como pretende la 4T sino en la propuesta radical que rompe con las modas mercantiles que tanto ama la nueva academia sin compromiso: la revolución proletaria.

Aníbal hace una profunda relectura tanto de los clásicos del marxismo (piensa en Engels o Gramsci) como algunos disidentes del pasado y presente no para construir un heterodoxo Frankenstein posmoderno sino para comprender lo que sigue siendo cierto tanto antes como ahora (o rescatando aquello que no debe de olvidarse en casos como el de Karl Korsch) o agregando las innovaciones de los nuevos jugadores como Slavoj Zizek.

Es esa y no otra la grandeza de este libro: la de recuperar la perspectiva anticapitalista y revolucionaria en el antifascismo para someter a la más certeza de las críticas tanto a las mentiras del reformismo sino también al misticismo del infantilismo de izquierda encarnado en el anarquismo y el leftcom.

III

La inspiración del libro

Aníbal es historiador, su tesis fue sobre los mexicanos que fueron a España a luchar contra el fascismo, por lo que no es casualidad que este poemario sea también un conglomerado histórico o mejor dicho: tanto un ejercicio para arrancar la memoria de las garras de la burguesía como un análisis histórico sobre una oportunidad perdida para los revolucionarios.

El poemario se escribió con toda la claridad metodológica de la academia y se nota: es un texto obsesivamente meticuloso no solo a la hora de escribir con toda la nihilista cadencia de las vanguardias europeas sino que pretende encuadrarlos desde un marco teórico que busca la coherencia intelectual por encima de todo. Es por eso que su valor en inmenso no solo para la izquierda mexicana sino también latinoamericana que encontrará en este libro una teoría incomprensible para la burguesía. Su máximo valor se encuentra en que es un libro proletario que solo podrá comprender alguien que solo pueda concebirse a si mismo como un proletario con todo lo que ello conlleva: explotado, racializado, enojado…

Es un libro que muestra no solo el inmenso talento literario de Aníbal sino también su madurez de como escritor, pero también como militante.

Al escribir este libro escribe sus experiencias y aprendizajes como nocturno de Chopin que como elegante y obsesiva reelaboración melódica investiga y escribe, investiga y escribe como tarea de maduración estética y radicalización política creando puentes entre las vanguardias revolucionarias y las vanguardias artísticas: es decir, reconstruyendo el gemelo siamés separado al nacer que representaron Lenin y Stalin por un lado y Mina Loy y Maiakovski por el otro.

Aníbal pisará muchos callos con este libro, lo sabe, será atacado por izquierda y derecha, será funado por quienes tienen un peor historial de vida pero lo encubren con un manto de pureza moral ya que carecen de cualquier rigurosidad ética y política, lo harán porque este libro es un balance crítico sobre todas las absolutizaciones y unilateralidades de quienes ayer se presentaron como paladines de la izquierda y hoy son burócratas del sistema o descarados fascistas, lo harán porque este libro expone las peores consciencias del 2014 mientras ajusta cuentas con las diversas ideologías burguesas disfrazadas de revolucionarias.

De modo que este libro no es una obra voluntarista ni mucho menos espontaneísta: la trayectoria literaria (que es una trayectoria de vida) de Aníbal no lo permite: solo los peores traidores a si mismos se pasan al otro bando después de ser arrestados, torturados y sufrido un simulacro de ejecución por parte de los aparatos represivos del Estado.

Esta lectura-dialogo-collage que hace Aníbal con el acontecer histórico que representó la desaparición de los 43 es por lo tanto el punto de venganza de Aníbal contra la plataforma ideológica que niega la lucha de clases que se estructuró en torno al consenso académico de quienes ayer fueron los más ultras de los ultras y hoy se encuentran uniformados, no importa si con el blanco del Frente Nacional por la Familia, el negro de Mexicanos en Defensa de la Nación y el Frente Nacionalista Mexicano o en el azul de la inmunidad policiaca.

IV

Si algo tiene este libro es Estilo

El estilo de Aníbal es una especie de futurismo latinoamericano, un bolchevismo dadá, un expresionismo que encapuchado construye bombas caseras, con estas armas Aníbal se enfrente sin tregua ni piedad a todo el abanico de reformismos que ocultan el potencial revolucionario del proletariado. Su estilo es rebelde, iconoclasta, un golpe al plexo solar que te deja vomitando sangre. Sabe que un poema revolucionario no debe ser revolucionario solo en su contenido sino especialmente en sus formas, por lo que al trasmitir el mensaje rompe con las más románticas expresiones y clichés de la poesía pop contemporánea que impiden aprovechar el inmenso arsenal teórico que proporciona el leninismo, sino que también encuentra en las diversas rebeldías estéticas la otra mitad de la ecuación que forman su estética de violencia.

Así, en este libro encontramos las técnicas artísticas que han hecho de Aníbal uno de los poetas más destacados de nuestra generación (para terror de los degenerados que a falta de otra forma de criticarlo no les queda más que el insulto al equipararlo a un Quetzal Noah socialista) con sus versos que invitan al crimen contra nuestros explotadores. En ese sentido una y otra vez en el texto se responde la pregunta que el neofascismo “despolitizado” no quiere que nos hagamos: ¿Por qué debe de renunciar la poesía a la revolución?

Así, este libro que salta entre géneros donde lo mismo Klara Zetkin llama a luchar militarmente contra el fascismo como también aparecen textos de una profunda introspección donde Aníbal narra que quemar nuestros puentes no es cuestión de instinto sino de racional decisión.

Es un libro-collage de un dadaísmo-leninista que invita a prender fuego al mundo como parte de un dialogo entre presente y pasado: en sus páginas hay descarnados testimonios de traiciones, versos de una delicadeza exquisita y sorprendente y también citas extraídas de viejas luchas del pasado que precisamente por no haber sido concluidas rondan en este y otros anhelos como primer amor adolescente que reencontramos como adultos con una pasión mucho más extremista al ahora saber que tenemos que esta es nuestra última oportunidad.

Este dadaísmo-leninista se niega a ser usado para reformular el reformismo eurocomunista que significo el viejo PCM (el mismo que expulsó a José Revueltas de sus filas) sino que pone en clave revolucionaria y latinoamericana el elenco entre el reformismo rosa y la reacción que se impone a punta de pistolas y bulos. Al reinterpretar nuestros desafíos políticos el libro hace dialogo desde la lucha de clases y el collage filosófico-histórico-poético. Este retazo de rabia no es el pandemónium de partes sin parte (fragmentos incapaces de articularse alrededor de una demanda política) sino articulan sabiendo que suya es la historia y la hacen nacer por violenta partera, del collage nace un relato que exige se escriba el siguiente capitulo: el de la rebelión proletaria-bretchiana que en atonal canto coral mezcle el marxismo con jazz y el punk.

Aníbal y la vanguardia proletaria

Tras hacer un balance sobre traidores, reformistas, ultras convertidos en fascistas Aníbal hace otro sobre el anti-intelectualismo, aquel canto de afirma demagógicamente que solo el sujeto de la experiencia puede hablar, que a la teoría le falta calle o que funa que acusa de privilegio o toxico todo aquello que no comprende y nada comprende porque se niega terminantemente a abrir un libro.

Ante esta desorientación Aníbal trae de vuelta el concepto de la vanguardia revolucionaria que ante la complejidad del marxismo y la hostilidad de la burguesía requiere que los individuos más ideológicamente comprometidos para construir la organización revolucionaria que si tiene éxito en las vísperas de la crisis estatal tenga a la masa crítica de las masas proletarias listas y dispuestas a luchar hasta la victoria o la muerte, esta disposición va de la mano con la habilidad de convertirse en el estado mayor proletario-militar, es decir, la vanguardia revolucionaria ha de elevarse a comandante de la revuelta.

El leninismo de Aníbal es el del Lenin clandestino, el de Que hacer, Las tesis de abril o El Estado y la revolución. Ese y no otro es el Lenin de este poemario:

¡Camaradas!,

si queremos algún día

edificar el orden socialista,

debemos construir ahora

el desorden terrorista.

Esta elección consciente del terror no es arbitraria sino reflejo del terror que la burguesía usa en contra nuestra. El leninismo de Malaparte no consiste en recitar algunas citas sagradas sino en una teoría insurreccional que se construye cual culto nihilista de matar y matar y matar en los días que tenemos hasta nuestro inevitable morir.

Este leninismo es inevitablemente estético: riguroso, estricto, brutal, amante de la conspiración, la clandestinidad, el que viene no solo como salvador sino como juez y parte de un pasado de opresión y explotación. Es el leninismo de un Koba que asalta bancos en el Cáucaso y dirige periódicos obreros, el leninismo de los jóvenes sin futuro que escuchan post-punk y beben cerveza barata antes de entrar al slam en un tokin en una casa abandonada, el leninismo de quienes aguzan el odio con los más afligidos saxofonistas en techos urbanos en la madrugada mientras forja un porro, el leninismo de quienes lloran ante el piano y el chelo mientras tocan a Shostakóvich, el leninismo que hace de nuestros peores impulsos antisociales un extremismo que destruye para construir y construye para destruir. El leninismo de los de la vida triste y la mala muerte. Es el leninismo de quienes en vez de dormir entrenan artes marciales para encapucharse y romper cráneos de falangistas y sinarquistas, el leninismo de quienes han sido torturados por la policía, el leninismo de quienes han sido victimas de las delaciones de anarquistas o reformistas, el leninismo de quienes no tienen otra ética que la lucha de clases:

Todos ellos están enfermos,

suya es la neurosis de la paz a toda costa,

cobardía y compromiso sin prebendas,

honrada y aceptable resignación ludópata,

tolerancia que perdona el odio

pero no quien lo combate.

¿es mucho pedir entonces comprendan

por qué los despreciamos tanto?

Este y no otro es el leninismo de Malaparte, el que temen los electoreros del amañado juego democrático-burgués, el que usa términos como stalinista como hombre de paja o insulto, el que celebró la muerte del Che o que afirma que se puede cambiar al mundo sin tomar el poder, el leninismo de quienes se proclaman leninistas pero se encuentran infectos de reformismo (la enfermedad senil del comunismo): todas diversas facetas de quienes no aceptan que otros intenten ir más allá de los limites de protesta que el sistema de dominación burguesa nos permite.

Acaso este es el único leninismo que la estética malapartiana puede creer, uno que se construye como el Johannes Dahlmann de Borges: apresurado a un duelo con el ojo sangrante, sin esperanza, pero tampoco sin temor, con el cuchillo en mano como acto de libertad definitiva.

Definitivamente te recomiendo leer este libro.

EDER JAIR PINEDA SERAPIO. Radico en la ciudad de Orizaba, Veracruz habitando de paso también las ciudades de Xalapa, Ver y Saltillo, Coahuila. Estudié la licenciatura en Historia en la Universidad Veracruzana conocedor de cuestiones culturales e históricas de los siglos actuales.

Practico algo de por afición escuchando géneros distintos, pero no tan alejado de los gustos que tengo. (Jazz, Rock, Metal, Electrónica y a veces el Pop)

Lector por mucho gusto teniendo como autores favoritos a Herman Hessee, Franz Kafka, Juan Rulfo, H.P Lovecraft y los heterónimos de Fernando Pessoa.

Ya como gustos populares admiro mucho el futbol (sobre todo el futbol ingles) su historia y todo lo que gira alrededor de este deporte.

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