Retos pandémicos de la socialización de la ciencia

Retos pandémicos de la socialización de la ciencia

Dicho de otro modo menos melodramático: los militantes del periodismo−por vocación y por destino−tenemos que ser aquí y ahora, y para nosotros ser significa publicar
Manuel Buendía

Eduardo Corsario

Desde una trinchera y circunstancia particular− mientras se leen estas líneas− alguien intenta llevar la ciencia a la sociedad, sacarla de esos cubículos y laboratorios, de los confines de la academia, hacerla parte de la humanidad. Imaginemos, si aún podemos hacerlo, a pesar de todo, que en este preciso instante una persona sentada frente a un improvisado escritorio cree firmemente que comunicar los conocimientos de las disciplinas tiene un significado muy valioso para su momento histórico, uno que parece desplomarse de manera inminente. Piensa que algo conseguirá en esa dirección si persiste con ese ahínco e inocula a más de uno con ese mismo tesón, con esa brega diaria. ¡En fin! ¡Dejemos de imaginar! ¡Pongamos los pies sobre la realidad!

¿Por qué socializar la ciencia? ¡Cuántas veces hemos leído o escuchado esa pregunta! Razones colectivas sobran en los foros y encuentros. Veamos. Se ha afirmado al respecto de esa interrogante que su relevancia estriba en que es urgente contar con una ciudadanía versada en estos conocimientos, dado que es una manera de tender hacia un progreso. También se ha dicho que es primordial saber las necesidades que un sector específico tiene y que la ciencia podría buscar con fervor una solución a su contexto: hacer una divulgación con incidencia social. Y esta lucha de visiones se intensifica más en tiempos pandémicos.

Algunos ven en la socialización de la ciencia un acto de resistencia y, por las condiciones sociales y estructurales de la actualidad, un continuo y constante remar contra una obstinada y beligerante corriente que adquiere fuerza cada vez más. Otros tal vez contemplen en esta dedicación (en sentido estricto de la palabra) un paso más, y solo eso, por entre los vericuetos de la obligación académica que se necesita cumplir en las instituciones del país. Claro está: ¡por amor a la ciencia!

Durante mucho tiempo atrás se ha sostenido− a veces en la política científica misma y en otras ocasiones desde la práctica divulgativa− que necesitamos una sociedad informada en términos de ciencia y tecnología. Si algo así ocurriera, entonces podríamos hablar, en algún momento de nuestro contexto nacional, de la tan anhelada sociedad de conocimiento (concepto este que se encuentra hasta solo en libros de filosofía y sociología de la ciencia), así como de comunidades epistémicas firmes y vigorosas, tal y como se logra percibir en otros países que se encuentran posicionados en CyT. Tal circunstancia, por ende, posibilitaría un desarrollo social y un bienestar ciudadano. Como se puede inferir, el camino es largo y la tarea para llegar a ese fin, ardua.

Independientemente de las razones que llevan a un grupo o a otro a decidir el rumbo que prefieren para esta actividad (sea honesto o no, un engaño de la parafernalia y simulación o el acto de la dedicación pura manifestándose en la divulgación) habría que preguntar y debatir acerca de su importancia en tiempos de crisis sanitaria, como la que estamos viviendo en todo el globo y que aún no ve con la más mínima nitidez el final de su camino. Pero no solo tiene cabida hablar y argumentar al respecto de su relevancia en la escena actual. No basta con eso. Es menester ir más allá. Hay que indagar su alcance en las diferentes comunidades epistémicas: aquellas que de alguna u otra forma adquieren el conocimiento y la creencia. Y más que preguntar el porqué, demos un paso más significativo, a saber: ¿cuáles son los retos de la socialización de la ciencia en tiempos de crisis sanitaria?

Sí, una verdad de perogrullo
¡La ciencia por fin es noticia! Se recordará que a principios de 2020 diarios importantes a nivel nacional y estatal destacaron, como no se había visto antes, la cuestión científica. Lo que por mucho tiempo se pidió y anheló tuvo su lugar firme. Pero no de la manera esperada, sino por algo que sobrepasó los linderos establecidos. Sí, la ciencia fue nota, fue portada. El hecho noticioso era un evento de incumbencia médica, biológica y química y medioambiental. En aquel entonces, Covid-19 imperaba en el mundo entero y los medios principales giraron su timón hacia la novedad sanitaria del momento, momento que hoy parece perene. Y que en este 2021 nos interpele a todos.

Gran parte de la sociedad−debido a la proliferación de datos inciertos que las redes sociales suministran cada minuto que pasa− buscaba en los medios que tenía a su alcance (digitales o impresos) información sobre el virus. ¿Qué es el coronavirus?, ¿qué peligro conlleva?, ¿cómo se contagia una persona? Fue necesario que las coberturas brindaran las herramientas idóneas a la ciudadanía preocupada y alarmada por la situación. Fue así en algunos casos. Muchos periódicos asumieron el compromiso. Sin embargo, el amarillismo, el sensacionalismo y, sobre todo, la politización arribó y monopolizó el ambiente mediático. Se truncó el acceso claro al conocimiento acerca de este padecimiento global, planetario. La infodemia, aseguraron periodistas especializados y lo siguen haciendo, resaltó como la otra pandemia y como consecuencia, una lacerante fragmentación social.

¿Qué implicaciones positivas ha tenido todo esto? En el caso más afortunado, se ha volteado a ver al periodismo científico y a la divulgación. Cada vez se hacen más necesarios los procedimientos rigurosos, precisos y el diálogo constante con la misma comunidad científica y tecnológica que está de cerca del acontecimiento del momento. Se intenta capacitar a trabajadores de la información en cuanto a coberturas en temas de salud y medio ambiente. Organizaciones internacionales y fundaciones han puesto el ojo sobre estas misiones. Uno de los casos es el Foro Abierto de Ciencias Latinoamérica y el Caribe, la Red Mexicana de Periodistas de Ciencia, además de Factual, estas últimas con la organización del Foro Hispanoamericano de Periodismo Científico.

Abunda, asimismo, la atención al paper, al journal. Desde el primer año pandémico se esperan las novedades de revistas internacionales, como Science, Nature, The Lancet, entre otras. En efecto, la ciencia hoy es noticia. El tema científico está puesto alrededor de la palestra de la discusión.

Teniendo este panorama ante nosotros, debemos de plantearnos el papel que estamos desarrollando en la senda de la socialización de la ciencia, independiente o institucional. Si vemos a la sociedad en grupos no es suficiente ceñir la actividad de comunicación en la comunidad que se encuentra inmersa en cuestiones de ciencia y tecnología. Es decir, ese conjunto compuesto por agentes versados en cuestiones de esta índole. Posen herramientas y estrategias para la recepción de información de carácter formal, empírica y social. En otras palabras, estamos en una especie de difusión entre pares: entre nosotros nos entendemos y no vamos más allá.

Otra comunidad está compuesta por los que desconocen los datos proporcionados por la ciencia, pero no se encuentran cerrados al diálogo, a la apertura de nueva información a su bagaje. El no tener estos saberes no se debe necesariamente a una carga de prejuicios heredados o estipulados por parámetros individuales, sino porque por circunstancias eventuales no pudieron acceder a ella. Además de estas dos hay un grupo central, digno de preocupación. Me refiero a los que no consideran la visión científica viable. Este grupo muestra una actitud totalmente cerrada al diálogo, al intercambio de ideas con la investigación. Aquí entran, sin ningún problema, el movimiento antivacunas, las conspiraciones, los que opinan que la Covid-19 es un engaño y, en un principio, quienes renegaban de la CyT por tener esta el compromiso y finalidad de quemar las neuronas por el uso “desmedido” del termómetro infrarrojo, la famosa pistola que elimina los recuerdos. En concreto, podemos sacar a colación otros tantos ejemplos. Pero basta con esos.

Además del combate a la infodemia y fragmentación social, un reto importante desde la socialización de la ciencia es transitar de la comodidad de los primeros grupos hasta este último, donde cualquier intento de diálogo e intercambio de argumentos se vuelve una empresa casi imposible, una utopía o una quimera. Junto a este grupo podríamos hablar también del proceso de descentralización de la ciencia: llegar a zonas vulnerables, donde no es para nada asunto sencillo adquirir los avances científicos del momento, como se puede hacer en lugares más céntricos.

Deberíamos enfocar nuestra atención a este reto en específico y las garantías que tenemos para lograrlo, si es que es posible hacerlo o morir en el intento, metafóricamente hablando. Recordemos que nos encontramos ante un problema de salud de orden mundial y la salida de este, en gran medida, depende de las acciones tanto políticas como ciudadanas que se tomen. Y sabemos, según nos ha dejado ver la historia de la humanidad, que muchos de los problemas se deben a las creencias y las prácticas que de ellas emanan.

Eduardo Vázquez Reyes
Filósofo, divulgador y periodista de ciencia, miembro de la Red Mexicana de Periodistas de Ciencia

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