Más tarde, cuando la madrugada daba tregua y se alzaba el radiante novio de las flores por nuestras pupilas me decía el Filosofito, ese ser que mira las estrellas como entendiendo algo más: “la flor y la ilusión, así como la poesía, son colores para el mundo. El mundo, en su acromático y apresurado modo no entiende ni sabe de colores. La flor muere aplastada por lo verde. La ilusión por la normalidad y la poesía es ignorada en el discurso. Las flores, son seres trágicos, mueren hermosas e ignoradas en medio de los campos. Las ilusiones son cometas del alma que se apagan después de cierta potencia. Pero la poesía, la poesía muchacho enamorado, la poesía es inmortal, nunca nadie, aunque sin leerla, aunque me la ignore, le ha matado jamás un verso.” Silente y serio, con sonrisa en el alma por la verdad que estrenaba mi vida a la luz de las palabras del Filosofito, me fui al cenit del día a plantarle a mi corazón la semilla de una flor. Mera ilusión y mera utopía que le planté al carozo; pero lo hice en forma de poesía, nací un inmortal. Que lo intenten, jamás me le dañaran ni un verso.
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El resto de la noche el tema de conversación fue el de los anarquistas de la ciudad y qué había sido de ellos: el resumen es que quedaban muy pocos y no porque el Estado los desapareciese o se fuesen a fundar alguna comuna en Oaxaca, sino simple y sencillamente porque ya no se hacen llamar a sí mismos anarquistas…. Por supuesto, también me tocó escuchar con bastante amargura cómo los anarquistas habían hecho todo lo posible por joder el ambiente político universitario y municipal.