Por Calicó
Hace unos meses fui a tomarme unas copas con unos viejos amigos que no veía desde mis días en la universidad. Todo bien, todo chismes y risas a costa de las amistades no presentes hasta que en el bar entró un sujeto y sus amigos al bar. Sonrió a mis amigos, quienes al instante insistieron que era el momento de pagar la cuenta e irnos.
Ya estando en el coche, me dijeron que quien entró era un policía que por años había sido parte del movimiento anarquista xalapeño antes de convertirse en uno de los altos mandos de la policía municipal. Parece chiste, pero es anécdota. ¡Búsquenlo en internet! Pedro Naín Paulino Romero.
Supongo que es momento de describir a los amigos con quienes fui a tomarme una copa. Casi como en el comienzo de algún standupero “Entró el leninista, el zapatista y la feminista en un bar”. La verdad es que mis amistades (y yo) somos participantes en diversas organizaciones de “revoltosos” en nuestra ciudad adoptiva.
El resto de la noche el tema de conversación fue el de los anarquistas de la ciudad y qué había sido de ellos: el resumen es que quedaban muy pocos y no porque el Estado los desapareciese o se fuesen a fundar alguna comuna en Oaxaca, sino simple y sencillamente porque ya no se hacen llamar a sí mismos anarquistas…. Por supuesto, también me tocó escuchar con bastante amargura cómo los anarquistas habían hecho todo lo posible por joder el ambiente político universitario y municipal.
La noche de chismes entre amigos se había convertido en noche de análisis político e ideológico sobre las diversas fallas que estos simpáticos e histriónicos encapuchados tenían, fallas que no solo los había puesto a ellos mismos en peligro, sino que había puesto al resto de los estudiantes de la universidad en peligro.
Ahora bien, no voy a repetir los argumentos esgrimidos por mis amigos, pertenecen a tres escuelas del pensamiento diferentes y francamente pueden leerlo en otros espacios especializados; sin embargo echaré mano de algunos argumentos que personalmente me convencieron. Pero trataré de hacerlo de la forma más breve y sencilla posible porque aunque estos argumentos tienen sus méritos y virtudes quiero compartir aquí mis propias reflexiones.
La verdad es que el tiempo en el cual estuve en la Universidad Veracruzana tuve la fortuna de coincidir con un periodo de intensas movilizaciones, entre los años 2012 y 2017, en los cuales me la pasé estudiando en Xalapa. Participé en varias marchas, paros y asambleas. Nunca tuve papel protagónico alguno, me limité a ir y votar por que cerráramos la facultad cuando desaparecieron a los 43 o botear en las paradas de camiones, la experiencia que la mayoría de los universitarios tuvimos.
Y en esos momentos la “dirección” (si es que podemos llamarla de esa forma) de las movilizaciones estudiantiles se dividía entre los que hacían un llamado para construir organizaciones amplias e incluyentes entre obreros, campesinos y estudiantes por un lado y quienes decían que la organización era algo secundaria a la urgencia de hacer las “acciones directas” contra el Estado y el capitalismo.
Es decir, en mi universidad había marxistas autonomistas, marxistas-leninistas, feministas, zapatistas por un lado y anarquistas y anarcofeministas por el otro. Pero cosa extraña, años después (¡estamos en 2022!) quienes eran zapatistas siguen siendo zapatistas, quienes eran leninistas siguen siendo leninistas, quienes eran feministas, bueno, ¿entiendes el punto? En cambio quienes a gritos exigían “anarquía” son ahora policías, funcionarios de MORENA, burócratas del INJUVER, en el sinarquismo, ¡de entre todos los lugares incluso en el PAN! ¿Qué pasó ahí?
Cuando le preguntamos a la feminista dijo que porque los ideólogos anarquistas locales eran esencialmente los hijos del privilegio (de escuelas privadas y casas en Las Ánimas) que jugaban a ser revolucionarios: desde su argumento los anarquistas son hijos de pequeño burgueses, palabras más, palabras menos, y como los hijos de los privilegiados se sintieron atraídos por una estética que imita a los grupos marginales y desprotegidos al tiempo que adopta una ideología que prioriza la búsqueda de emociones fuertes, encapucharse, rayar, tirar piedras, para muchos era el chute de adrenalina al que se volvieron adictos y cuando las circunstancias no se lo permitían la buscaban sin importar que, es decir, si la asamblea de 10 horas en Humanidades decidía que serían una marcha pacífica ellos de todas formas se encapucharían y usarían al resto como sus escudos de carne, realmente no les importaba ni violar la democracia de la asamblea ni mucho menos lo que podría suceder a quienes podrían ser atacados por la policía.
No hay aquí alguna ironía ya que mi amiga feminista es una asidua participante de lo que las feministas llaman “iconoclasia”, en la intervención de símbolos y espacios de cultos religiosos o cívicos que celebran el dominio patriarcal y colonial. La diferencia radica en que ella y otros colectivos lo hacen consensando las acciones o deciden cuando la acción tiene mérito y cuando no, es decir, la iconoclasia es un medio y no un fin, además ella y sus compañeras encapuchadas se refugian junto a sus redes solidarias, quiere decir con esto que cuando se refugian nuevamente en un contingente lo hacen en contingente de chicas que han aceptado cubrirlas y respaldarlas. Nunca ha asumido desde algún privilegio que las demás personas existen para servirla a ella.
Y este mismo privilegio era el que los llevaba a abandonar la lucha rápida y fácilmente, (ella puse como ejemplo a los anarquistas que se apoderaron del comedor autónomo universitario y luego lo entregaron para salvar sus pellejos y los de nadie más) para ellos las movilizaciones no eran algo importante sino algo divertido, su forma de rebelarse contra sus autoritarios padres mediante el simbolismo.
Tan pronto como la efervescencia de las movilizaciones decayó ellos las abandonaron para buscar algo nuevo que captara su interés, la moda ya no estaba a la moda, así que volvieron al redil pequeñoburgues y continuaron viviendo su lindalindalinda vida.
Por su parte, el zapatista tenía otro análisis. En su experiencia muchos anarquistas no eran pequeño-burgueses sino simples proletarios como nosotros, si se volvieron anarquistas era porque nadie les había enseñado a ser algo diferente, es decir, él y mis otras dos amistades habían sido reclutados desde que estaba en la prepa Juárez por organizaciones más amplias con colectivos juveniles enfocados en educar políticamente a los adolescentes: todos coincidieron que ellos habían estado en círculos de estudio, ciclos de cine, paseos de campo, clubes de deporte, etc. Y esto tiene una lógica, no solo creas cuadros políticos, sino que también creas lazos de amistad (por muy Naruto que suene) que hacen difícil traiciones a tus amistades y camaradas ¿Cómo hacerlo cuando los martes fueron a estudiar juntos un texto del Sub Marcos, el jueves vieron y discutieron Persepolis y el domingo fueron a jugar futbol juntos?
Y esa era la diferencia entre los anarquistas con los grupos con siglas distinguibles e ideologías discernibles: estos últimos tenían un referente al cual apegarse y tenían al menos unos años más de preparación política, por lo cual ellos sabían (al menos en teoría) qué hacer en situaciones semejantes. Los anarquistas por su lado no tenían nada semejante, memes y post de FB, con una educación política tan lamentable era obvio que terminarían respaldando lo que a sus ojos inexpertos eran los pasos necesarios para la liberación y el fin del capitalismo ¿De qué servía un comité o imprimir un periódico para politizar a las masas cuando lo urgente era tirarle piedras a la patrulla de policías?
Por supuesto, como los colectivos anarquistas eran nuevos, agrupados por casi adolescentes sin formación ni experiencia alguna era obvio que eran el punto flaco al cual apuntar, casi universalmente los agentes provocadores e infiltrados de la policía se dirigían a los colectivos anarquistas porque era fácil infiltrarlos, chantajearlos y manipularlos. Divide y vencerás. Los anarquistas de esta forma no solo hacían de buena gana gran parte del trabajo de inteligencia para los aparatos represivos sino que también hacían acciones contraproducentes que estimulaban a la población a alejarse de los “chairos” alborotadores de humanidades y a los propios estudiantes a desconfiar entre si al punto de la paranoia.
Y ante este panorama los agentes provocadores reforzaban el ambiente de desconfianza al empujar a los anarquistas a atacar a las organizaciones ya previamente establecidos, las “moderadas” o “tibias” organizaciones locales que llevaban años de trabajo de base, lo cual aumentaba las manías, el odio y la desconfianza entre grupos.
Ponía como ejemplo a todos los anarquistas que en 2013 le pintaron dedo al sub Marcos y lo llamaban “títere de Salinas” o “que bajo la capucha esta Stalin” o en cuando los familiares de Edmundo Reyes Amaya y Gabriel Alberto Cruz Sánchez (guerrilleros desaparecidos en el sexenio de Calderón) fueron al Área académica de de Humanidades a dar una conferencia, a solicitar ayuda los mismos anarquistas que consideran válido publicar memes contra “KKKarl Marx” pensaron que era una buena idea difundir que esos guerrilleros son paramilitares e ir a trolear a los conferencistas imitando la frase de Homero Simpson cuando preguntaron “¿Y si era tan bueno porque lo desaparecieron”.
Por último, mi amigo leninista dijo que si bien ambos tenían razón había un punto que quería añadir: la ideología del anarquismo deriva de la ideología del capitalismo, o como él lo llamó “el anarquismo es liberalismo para pobres”. Como todos los leninistas, no puede hablar sin citar a una docena de teóricos muertos, pero tras el cuasi-arcaico lenguaje del siglo pasado tenía un punto. Bueno, en realidad dos.
El primero es que el anarquismo y los anarquistas con quienes tratamos tenían como “referentes” (si es que podemos llamarlo así) a los mismos ideólogos del capitalismo, por ejemplo Stirner. Es un filósofo burgués irracionalista e individualista que justifica el capitalismo, incluso aunque la mayoría de los anarquistas nunca lo habían leído (él mismo dudaba que supieran siquiera de quién hablaba). Stirner y sus ideas por siglos habían dado forma a las ideas de la clase dominante. Los anarquistas, al pertenecer a las clases dominadas habían absorbido por años estas ideas, de tal forma que, independientemente de su origen de clase pequeño-burgués o proletario, cuando llegó el momento donde no solo era propicio rebelarse sino también había estímulos sociales y emocionales para rebelarse los anarquistas simple y sencillamente tomaron las ideas que ya conocían y les aplicaron un barniz extra: el antiautoritarismo.
Es decir, si quieres crear un anarquista solo toma un liberal (inconsciente de su liberalismo) y después dale una dosis de antiautoritarismo. Esto también servía para explicar por qué de la noche a la mañana había tantos anarquistas.
Su segundo punto era para reforzar el de mi amigo zapatista, los anarquistas atacaban a los viejos subversivos socialistas no solo porque fueron manipulados cruelmente por agentes policíacos sino porque ellos mismos ya eran anti-socialistas, es decir, las ideas del irracionalismo con las cuales el anarquismo se justificaba filosóficamente a inicios del siglo XX eran las mimas ideas filosóficas retomadas por los primeros fascistas. Es decir, Emma Goldman citaba a Nietzsche igual que Hitler, solo que uno tenía una lectura de izquierda del filólogo alemán y el otro, una lectura de derecha. Y que eso mismo había vuelto a suceder, pero aún más chafa.
Si bien es un argumento problemático, no puedo descartarlo, simple y sencillamente porque tomé clases y conviví por años con compañeros de clases anarquistas y la mayoría de ellos eran fanáticamente antimarxistas, rabiosa y ruidosamente antimarxistas, pero los argumentos que daban contra el marxismo era sospechosamente similares (por no decir idénticos) a los dados por liberales y conservadores durante años y años la propaganda del capitalismo.
Inclusive si sus discursos no eran antimarxistas sus acciones sí. Recuerdo a principios de 2015 que algunos compañeros anarquistas crearon (y me invitaron a) una “noche de sabotaje y contrapropaganda” mediante “grupos de afinidad” que salieron varias horas a destruir carteles y lemas pintados por los comunistas locales, nada novedoso excepto que entre esas “afinidades” había varios conocidos y funados fascistas, es decir, sobre las hoces y martillos grafitearon sus (A) pero también había algunos soles negros. Sí, soles negros, el símbolo que las SS veneraban.
Tengo otra docena de anécdotas similares (y mientras estuve escribiendo esto pregunté a amistades de la maestría y al menos en Guadalajara, Tijuana, Ciudad de México y especialmente Oaxaca me contaron historias parecidas), pero creo que el punto ya está ilustrado.
La verdad es que no sé si los anarquistas eran tan antimarxistas que estaban dispuestos a colaborar de buena gana con los fascistas o simple y sencillamente la mayoría de los anarquistas (pese a ser universitarios) en la práctica eran analfabetos funcionales incapaces de distinguir las diversas expresiones ideológicas del antimarxismo. Supongo que a estas alturas queda al lector decidir qué era lo que sucedía.
Bien o mal, considero que de entre los argumentos de mis amistades estos valen la pena reproducirse porque todos tienen su parte de verdad, todos son piezas del rompecabezas. A esto quiero añadir mis propias reflexiones. Además de la ideología, o en todo caso, el compromiso con una ideología que podemos llegar a tener. La psicología de las personas importa, y mucho.
Y es que hay que decirlo sin rodeos, la mayoría de quienes acudimos a la universidad acudimos no para estudiar una carrera sino para divertirnos. Vamos a la universidad a coger, emborracharnos y fumar mota.
Y no tiene nada de malo, en realidad coger, emborracharnos y fumar mota es divertido, todos deberíamos de hacerlo alguna vez. El problema radica porque muchos creen (como el chiste de Lisa Simpson) que será el único momento en el cual serán libres.
¿Recuerdan ese episodio de Los Simpson cuando vemos como es el futuro de la familia amarilla? Cuando Lisa va a la universidad está en relaciones poliamorosas lésbicas pero tras titularse va y se casa con Milhouse? Vale, las últimas temporadas de Los Simpson son terribles, pero aún tienen algunas críticas interesantes.
Esa creencia sumamente inamovible que solo cuando vayan a la universidad, lejos de sus padres y de su autoridad se la van a pasar bien, y que solo la pasarán bien por unos pocos años antes de ser contratados por alguna burocracia pública o privada y vivir condenados al cubículo, la camisa blanca y la corbata que estrangula como diría el buen Jaime López es una creencia profundamente extendida.
Por eso tantos jóvenes hacen todo lo posible por sacarle todo el jugo a la universidad. ¿Es entonces algo tan sorprendente que algunos cientos de estudiantes que han sido reprimidos toda una vida por sus familias autoritarias y carentes de imaginación encuentren un profundo rechazo instintivo a quienes les ofrecen compromiso y disciplina? ¿Realmente alguien piensa que estos estudiantes tenían las herramientas emocionales necesarias para abordar un problema complejo como su responsabilidad social e individual en su participación por moda en marchas para evitar la imposición de Peña Nieto en 2012, las reformas estructurales neoliberales en 2013 o para exigir la aparición con vida de los 43 en 2014? Muchos de ellos eran académicamente inteligentes, (junto con la deportiva la inteligencia más aprobada por el sistema educativo mexicano) pero emocionalmente eran un desastre.
Y esto se reflejó profundamente en sus decisiones sobre cómo actuar esos años, se tomaron las movilizaciones como un juego, una diversión más, como parte del catálogo de su experiencia universitaria: es por eso que no les importó realmente, saquear un OXXO era divertido y fuente de memes, y si te citaban desde la secretaría de gobernación para indicarte que a menos que entregaras una lista de alumnos participantes a la policía (o decidieran hacerlo voluntariamente) para así salvar su pellejo era mejor no hablar sobre ello, mejor fingir que nunca sucedió. A que lloren en mi casa mejor que lloren en la suya o alternativamente si no me acuerdo no pasó.
Mota, capuchas y perreo, eso fue el anarquismo para ellos
Todos somos un poco egoístas, un poco de egoísmo es sano, pero lo que vi hace unos años me hace preguntarme y responderme a la vez por qué tantos narcisistas se sienten atraídos a los colectivos anarquistas para después desechar estos grupos como condones usados. Soy sobreviviente de una relación con una persona narcisista, ahora que tengo las herramientas para identificar y defenderme de ese tipo de personas, puedo decirlo sin temor al ridículo: los narcisistas encuentran en el anarquismo un espacio donde medrar porque esa ideología se adapta fácilmente a ese tipo de personas.
Hablo de personas a quienes les encanta distorsionar la realidad, separar a los participantes de los bloques negros de sus redes de apoyo, proyecciones para desplazar la responsabilidad de su conducta atribuyéndola a otras personas, enemigos imaginarios, un ego que les impide siquiera aceptar que el mundo no gira alrededor suyo, generalizar y descalificar, inducir a la paranoia, tergiversar o sacar de contexto lo que otros dijeron, poner palabras en bocas ajenas, aumentar el sentimiento de culpa, amenazas, descalificaciones, rumores, ser patológicamente envidiosos, socavar el autoestima y por supuesto, no tener ningún ápice de remordimiento o vergüenza.
¿En verdad es tan difícil notar como los discursos paranoicos que afirmaban que todos (excepto ellos) son agentes de gobernación o rectoría, las calumnias contra los “stalinazis”, las posiciones “si no estás conmigo estas en mi contra”, los ataques denigrantes a quien se alejaba de ellos y la pereza intelectual para debatir al tildar a todos los que no pertenecían a los bloques negros como “borregos” o “fascistas rojos”? Bueno, para muchos sí lo eran. Sus agresiones verbales disfrazadas y sus justificantes “yo no fui” o “esos no son verdaderos anarquistas” cansan después de un tiempo.
No me había dado cuenta en ese momento, pero mirando en retrospectiva es dolorosamente obvio. ¿Ahora entiendes por qué su fanática necesidad de atacar y denigrar a cualquier grupo que no perteneciera a sus filas?
Por eso muchos anarquistas eran voluntariamente ciegos a las consecuencias de sus acciones, no es que pudieran darse cuenta de lo que sucedía, es que no querían hacerlo. Darme cuenta de ello fue desagradable, porque da una luz mucho peor a algunas de mis propias acciones esos años.
Y es por eso mismo que ahora, ya adultos o señores muchos ex-anarquistas reaccionan con profundo rechazo y llaman mentiroso a cualquiera que les recuerde sus acciones entre 2012 y 2015. Claro, ¿a quién le gusta le recuerden nuestras vergüenzas? Supongo que aquí reaparece el viejo debate sobre la relación entre libertad y responsabilidad. Años después tengo que admitir que quienes afirman que no eres libre si no eres responsable y no eres responsable si no eres libre tienen razón.
¡Como me caga darles la razón!
Yo tengo otra versión completamente distinta a ésa. Por si les interesa una más apegada a la realidad.
Por ese tenor anda nuestro Presidente, es también un niño caprichoso que según él, te invita a jugar, pero el protagonista del juego siempre tiene que ser él, y tu siempre lo tienes que estar viendo jugar y aplaudirle para que esté contento, porque si no estás con el eres su enemigo, y todos tienen la culpa y nadie tiene la razón, sólo él.!
En ese tenor se encuentra nuestro Presidente, es un niño caprichoso que según él te invita a jugar, pero el protagonista del juego es siempre él, nunca te deja jugar ni tomar sus juguetes, y le tienes que aplaudir para que esté contento, porque si no eres su enemigo, y todos tienen la culpa y nadie tiene la razón, sólo él.!
Si, los anarquistas de la UV eran tan egoístas y egocéntricos que les era imposible darse cuenta del daño que provocaron al movimiento, en realidad muchos de ellos deseaban explicitamente eliminar al resto de los colectivos e iniciativas.
Su doble rasero era impresionante, acusaban a todos los demás de «fascistas rojos» pero estaban dispuestos a recibir dinero de fascistas de verdad.