Gatos I

Gatos I

Por: «El Manu»

Tengo un gato de color blanco con negro, eso de tenerlo no es culpa mía, si hay que culpar a alguien es al sistema, al Capital, para tenerlo tuve que adquirirlo de alguien, de su madre tal vez, pero su madre no sabe de dinero, así que no pude habérselo comprado, mucho menos robado, es más, su madre aún vive con él, mejor dicho, pasa tiempo con él. No tengo un gato, nunca lo tuve, habitamos un lugar común, sabemos mutuamente cuáles son nuestros espacios, los respetamos, a veces. Una silla, una mesa o una caja vieja rota de una esquina, yo no necesito una caja vieja, mucho menos si está rota de una esquina, pero no la puedo tirar a la basura porque él le da uso y es en ese punto donde inicia nuestra convivencia.

En algún momento le di nombre propio, pero eso fue hace tiempo, ni siquiera lo recordaba, me lo recordó mi hija, -se llama Camilo- me dijo, pero otras personas lo llaman distinto, “Tomás”, “Tom”, “oreo” o simplemente “el gato”, “¿Dónde está el gato?”, “dale comida al gato”, “¿ya se fue el gato?” “¿Ya regresó el gato?”, “pinche gato míralo”. Y ahí está uno, viendo al gato por culpa de una muletilla imperativa. Y el gato duerme y apenas abre los ojos como si los rayos del sol le golpearan directamente sobre sus pupilas, aunque esté a la sombra, duerme de nuevo y ya no lo miras en la silla, está en otra caja, de plástico, igual de vieja que la otra, lame una de sus patas delanteras, camina cojeando, se habrá peleado.

Los gatos son así, se pelean, salen durante las noches, no sé a dónde ni mucho menos por qué, se podría decir que aquí tiene todo, no es una vida de lujos pero es algo mucho mejor que estar en la calle, es una vida en comunidad, tiene lo que necesita y hasta más. Dudo que ande en malos pasos, no es ese tipo de gatos que se mete en problemas, no es ese tipo de gatos que aprovecha la noche para robar en la tienda de autoservicios o en el mercado de la colonia, tampoco es el tipo de gatos que se agrupa en las esquinas de las calles en busca de conflictos con otras bandas de gatos de otros barrios, aunque hace un par de noches llegó con un rasguño en una de sus patas.

Insiste en buscar su vida en la oscuridad de la madrugada, me siento a verlo mientras tomo café y fumo, no tengo nada que decirle, ni él a mí, no nos metemos en la vida del otro, ¿para qué?, ¿qué gano con decirle que se cuide?, decirle que la vida en la calle es peligrosa, que no confíe en todos los gatos con que se topa, no me escucharía o haría como si no le importase, mejor así, cada quien en lo suyo.

Alguna vez tuve el descaro de querer imponerle un modo de vida y un gusto musical, lo llamé “gato ska”, probablemente eso a él no le vaya nada bien, es más, puede ser que ni siquiera tenga esos intereses, tal vez a él lo que le gusta son las cumbias, pero unas cumbias bien acá.

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