Por @EduardoCorsario
La visibilización de esas ciencias a las que la historia del conocimiento no les ha hecho justicia destaca como punta de lanza en el proyecto de María del Socorro Aguilar Cucurachi, bióloga, investigadora, académica y hoy la nueva titular de la Dirección de Comunicación de la Ciencia (DCC) de la Universidad Veracruzana (UV). Un enfoque colaborativo, integral, convergente y participativo matiza sus intenciones y su visión en el papel de gestora para una política universitaria anclada a las temáticas de ciencia, tecnología e innovación.
Esas otras formas y posibilidades de entender las realidades, las vivencias y los contextos humanos− ocultas y escondidas en una especie de desván académico y divulgativo− se ven inmersas y forjan el discurso de la investigadora, que en su transitar por entre los vericuetos de las ciencias fácticas (biológicas) a las educativas la ha llevado a estructurar, ahora como titular de la DCC y en coordinación con su equipo de trabajo, una apuesta por la pluralidad, por la diversidad, por el reconocimiento de esos otros mundos epistemológicos desde donde−enfatiza− también es posible, también es necesario hacer ciencia desde la universidad para las sociedades. “Nos hace falta mirar hacia otras posibles formas de entender las realidades y generar conocimiento”.
Todas esas ciencias−esgrime en su argumentación− se desvalorizan desde un enfoque epistémico duro, desde las ciencias básicas. La nueva gestión de la DCC, comparte, tiene esta encomienda: la intención es visibilizar las otras ciencias que el imaginario académico han ocultado, ha enviado a una especie de antesala en espera de ser reconocidas por el canon o, por lo menos, por el gremio. “Nos gustaría hablar de las ciencias. Sí, así en plural. Regularmente trabajamos como comunicación y divulgación de la ciencia, pero todo va encaminado hacia lo tecnológico, hacia el conocimiento y reconocimiento del método científico y nada más. “Nosotras queremos mostrar el trabajo que se hace en las ciencias administrativas, en las ciencias políticas, en todas las humanidades, en las ciencias antropológicas”.
El diálogo toma su curso, su ruta de navegación. Hay cabida, espacio y tiempo para esa conversación que desde el día que se hizo pública la designación de María del Socorro venía forjándose en los intereses de la revista y, sobre todo, en la mente del periodista, conversación que solo pretende dar cuenta de la línea estrecha y tenue−quizá frágil− entre pasado, presente y futuro (los mundos posibles) de una de las instancias que han marcado fuertemente a nuevas generaciones de comunicadores de la ciencia en el estado de Veracruz con sus repercusiones a la escena nacional. Quizá también a nivel internacional. De ellos, unos han forjado un camino institucional o independiente que parte de las enseñanzas de la figura que hoy, dicho sea de paso, es un legado y una constante; otros hacen lo suyo, pero con ciertos huecos en el discurso dejan entrever una falla en su memoria histórica. En efecto, el nombre de Manuel Martínez Morales, “Mané”, pionero de esta dirección y de gran parte de los proyectos que de esta emanan, sale a colación.
De pronto, María del Socorro Aguilar mira la cámara, la distancia que parece impermeable se desquebraja y queda endeble ante la tecnología que ha dejado la nueva normalidad, el lado positivo de la pandemia, si es que podemos hablar con justa razón de uno. Prepara todo para continuar su explicación y dejar en claro su perspectiva en torno al fenómeno científico y divulgativo veracruzano. Detrás de ella, unos libros y un espacio de oficina que de cierta forma traen a la memoria, tal vez para algunos de nuestras lectoras y lectores cercanos, un mar de recuerdos en la escena comunicativa de científica dentro de la universidad.
En la DCC queremos ser un espacio de escucha, donde se oigan las diferentes voces/ María del Socorro Aguilar Cucurachi
“Sabemos que el trabajo científico parte de un posicionamiento político-epistemológico”, destaca la directora de la DCC mientras intentamos hilvanar algunos aspectos inherentes al funcionamiento de la práctica desde la universidad y fuera de ella: los pormenores, las vicisitudes, las discrepancias, todo aquello que se ha hecho parte medular en la gestión política-académica, con la finalidad de lograr socializar los temas, problemas y retos de la comunicación de las ciencias. Otra vez, en plural. “Tiene muchas aristas, es diverso. Es poner todo en la balanza para que todas y todos podamos enterarnos de una vez qué está pasando con los conocimientos científicos”.
“Hay que atender las disciplinas, pero también los contextos”. Aclara la investigadora, especialista en temas neuroetológicos. No solo en esta Administración se focalizarán las energías a los temas científicos, a los resultados que se desprenden de los cubículos y laboratorios. También−destaca este aspecto− ir de frente a lo cercano, a las realidades sociales y ambientales será prioridad. Pero más que nada el espacio para que las diversas trincheras que tienen objetivos en común y que aportan a la consolidación de un pensamiento científico puedan hacerse presentes. “En la DCC queremos ser un espacio de escucha, donde se oigan las diferentes voces”.
“Tenemos el reto muy grande en el sentido de poner el abanico abierto en términos de todas las posibles miradas de las ciencias básicas, pero también todas las posibles miradas de las ciencias otras, de las ciencias sociales y de todo lo que sucede en las regiones en donde también se hace mucho trabajo científico de fondo, profundo, fino. Y que pocas veces volteamos a ver porque estamos en Xalapa y porque, tal vez, también estamos limitados por muchas barreras que no solo son de distancias físicas, sino también epistémicas: nuestros intereses están centrados hacia algo”.
La directora es enfática de nuevo, pues considera que en este momento de nuestra historia nos encontramos ante muchas otras maneras que es importante, de manera inexorable, tomar en cuenta y voltear a ver para entender el todo. “Siempre nos gusta entregar el premio a la hiperespecialización. Aquí está el fulano que descubrió el gen de no sé qué, y eso está bien pues nuestros alcances son increíbles como personas, como seres humanos, como científicos y científicas, podemos lograr descubrimientos maravillosos y muy valiosos para entender nuestra realidad, pero también es importante entender ese todo: cómo es que se conecta cada una de sus partes”.
Intentar que ese compromiso que tienen las personas que trabajan con temas científicos−apunta María del Socorro− sea genuino y no forzado. Desde su punto de vista se debe intentar que, si se labora con presupuesto de los ciudadanos también es menester entender que se tiene que retribuir a la sociedad de muchas maneras: “Y de muchas maneras me refiero a este tipo de incidencias la retribución puede tener escalas. No solo se puede retribuir de forma pragmática en el sentido de mejorar ciertas cuestiones de salud de una enfermedad, sino también intentar alcanzar a los diferentes sectores sociales en cuanto a los conocimientos que existen y que se están generando dentro de la institución. Hay que atender las disciplinas, pero sí los contextos, buscar el balance de una cosa con otra para el bien colectivo”.
La DCC (desde los esfuerzos de su directora, así como de Katya, Teté, Mari y Paco, integrantes del equipo de trabajo) con esta nueva época que ha asumido tiene el reto de lograr la continuidad de aquellos inicios de la Dirección, así como la lucha por hallar esas múltiples formas de innovar, incluir y ser ese departamento de vinculación entre las diferentes comunidades de ciencias que hay en la universidad, pero por encima de esto llevar a estas disciplinas y sus integrantes a dar el paso de la academia a la ciudadanía en busca, dicho en todas sus letras, de la socialización de las ciencias en el marco de un pluralismo por el bien común, dejando de lado cualquier intento de protagonismo.
Periodista de ciencia, miembro de la Red Mexicana de Periodistas de Ciencia, editor de Ciencia y Tecnología Revista Cronopios y Divergencias