Por Eduardo Corsario
“Si uno actúa y piensa con los métodos de la ciencia, la tecnología y la innovación (CTI) podrá resolver los problemas que aquejan actualmente al mundo”. Esta es la reflexión de Ramón Vargas Salas, físico y actual enlace operativo del Museo de Ciencia y Tecnología, “Kaná”. Su punto de vista es enfático, reiterativo; habla, entre otras cosas, de la responsabilidad ciudadana de la ciencia y su divulgación, su compromiso en términos de retribución: el paso de lo académico a lo real y papable. Su concepción deviene de una visión relativa a la reconstrucción de la realidad social, donde la base y el soporte solo podrá venir de la CTI y de lo que las sociedades en la materia puedan aportar: “Presentar visiones, ideas de tal manera que se ayude a las personas a que se cuestionen lo que siempre han creído como cierto, y que se den cuenta de que no siempre las cosas son como se las habían enseñado. Y a partir de ahí tomar decisiones”.
La ciencia es hoy día− sobre todo después de la crisis sanitaria de la cual aún hay mucho por decir y que la sociedad busca entre el sopor de sus secuelas una recuperación en todas sus dimensiones− una necesidad urgente, apremiante. Este es el momento histórico para que los museos de CTI contribuyan a esa reconstrucción de los imaginarios colectivos, de las visiones que lleven a nuevas formas de pensar y de hacer. Ramón Vargas deja entrever mediante su discurso la convicción que ha fraguado desde la experiencia en la disciplina científica. Concuerda con muchos especialistas en que los espacios que brinda un recinto como este tienen una responsabilidad social de primer orden. “Es muy importante para el país contar con espacios donde las personas puedan enfrentarse y acceder de manera crítica a la información. En estos tiempos que vivimos la infodemia, estamos llenos de información sin una crítica previa, un análisis previo. Contar con las herramientas para sopesar esta información, ponderarla y aplicarla a nuestras vidas es muy importante. Los museos como este son una herramienta que ayudan a las personas a filtrarla, saber cuál es viable y cuál no”.
Una taquilla, escaleras y oficinas contiguas esperan en la entrada, así como un personal que funge como guía formado con estrategias divulgativas para emprender recorridos a los públicos. Todos conforman el centro de la recepción. Todo es parte de un mismo fin: la socialización de los saberes. Entre ellos se encuentra Javier, uno de los guías del Museo, quien ha frenado sus estudios universitarios por algunos problemas de salud, pero que ha encontrado en el quehacer de la comunicación de la ciencia un acicate y una inspiración para seguir con las intenciones de aportar a la formación de una sociedad culturizada desde los parámetros de la CTI. Su fuerte es la historia de la física y la astronomía. Pero, la matemática y aspectos relativo a la antropología en el caso de las tradiciones mexicanas no quedan atrás dentro de su andamiaje teórico, de su bagaje. Salen a colación en sus explicaciones nombres y apellidos de figuras representativas del canon que hoy forman parte de nuestra concepción del mundo y de las ideas: Issac Newton, Galileo Galilei, Nikola Tesla encabezan esa lista, ese repaso para que tales personajes no pasen inadvertidos ante las visitas.
“A nosotros nos dan cursos de actualización por parte de personas especializadas en los temas”, responde Javier a la pregunta acerca del implemento de algunas estrategias del Museo, especialmente la enfocada a la de estimulación temprana. Considera que se cuenta con las herramientas para brindar una atención integral a las familias que optan por acudir a las salas con la intención de aprender y dialogar sobre los saberes mostrados. Estas, todas, tienen denominaciones que apelan a la historia de las culturas. “Kaniwá” denota “en todas partes”, “Talakawasa”, la de tecnología, “Katso”, con el significado de “saber” es la sala de ciencia, “Maxqaqena” es la sala enfocada a las investigaciones sobre la luz; “Skatan” se traslada a “niños”. “Matatena” en la cual se rescatan las tradiciones mexicanas.
El actual Museo tiene una historia tras de sí. Los cambios que ha visto con el pasar de los años y las administraciones, que ya han quedado atrás, han estatuido y configurado lo que hoy se presenta ante los auditorios y que busca la realización de las finalidades que su enlace operativo enlista. Museo de Ciencia y Tecnología, así denominado, abría sus puertas en 1992 intentando emular, de cierta forma, al conocido Papalote Museo del Niño en la Ciudad de México. El proyecto arquitectónico fue diseñado por el arquitecto Francisco López Guerra y el concepto museográfico corrió a cargo de Museotec, S. A. Desde allí, el quehacer divulgativo estuvo perfilado al fomento de la formación de vocaciones y de la cultura científica en las infancias. Destacaba la exhibición de vehículos clásicos. En 2005 se transformó, no en sus matices directrices y finalidades, pero sí en su presentación, en el Museo Interactivo de Xalapa (MIX). Pero este cerró sus puertas despertando una serie de polémicas y debates dentro de la comunidad de comunicación de la ciencia, sobre todo la independiente, así como ciertas movilizaciones para buscar su reapertura.
En mayo de 2021, ya como Kaná, el Museo volvió a abrir, después de un proceso de rehabilitación de sus diferentes espacios y una restructuración logística como de proceder divulgativo. La visión se había transformado. En la página oficial del Coveicydet se emitió el mensaje que hacía alusión a dicha reapertura. “Después de 3 años de arduo trabajo y cuidando las medidas sanitarias, ‘Kaná, Museo de Ciencia y Tecnología de Veracruz’ abrió sus puertas al público el pasado 22 de mayo. Actualmente, el recinto cuyo nombre en totonaco significa florecer, funciona como un centro de ciencias donde se busca brindar una experiencia única en un ambiente familiar, un lugar donde el usuario pueda interactuar con los saberes de manera objetiva y florecer en ideas, conocimientos, relaciones interpersonales y emociones. Para esta reapertura se remodelaron las diversas salas interactivas, asimismo se destinaron recursos adicionales para la remodelación del Planetario Stakú, y la creación de contenidos digitales. Una de las nuevas propuestas innovadores del Museo Kaná, es el “Laberinto del Cambio Climático” donde, a través de sus pasillos se explican los diversos fenómenos que han dado lugar al calentamiento global”, detalla su sitio web.
En 2020, el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt) emitió la convocatoria “ Establecimiento de una red de espacios de acceso universal al conocimiento científico, tecnológico y humanístico a través del arte, de la unidad de planeación, comunicación y cooperación internacional”, con lo cual en 2021 el Kaná salió avante con el proyecto “Fortalecimiento del Museo de Ciencia y Tecnología de Veracruz KANÁ, para el fomento, impulso, difusión, divulgación y transferencia de conocimiento de las humanidades, ciencia, tecnología e innovación”.
“Conformar una Red de Espacios de Acceso Universal al Conocimiento de las Humanidades, las Ciencias, las Tecnologías y la Innovación, que generen resonancia entre ciencia y sociedad con el arte como vehículo y fomenten el cuidado del ambiente, la recuperación de la biodiversidad, la conciencia para una vida saludable, prevención de adicciones y violencia de género, el conocimiento y recuperación de la biodiversidad y de saberes relacionados con la riqueza biocultural de México, que aborden temas de los Programas Nacionales Estratégicos, proyectos de Ciencia Básica, o Jardines Etnobiológicos, y a través de los cuales se propicie una revolución de las conciencias con sustento científico, pertinencia local y/o regional de una manera incluyente, atractiva y apropiada para público infantil, juvenil, grupos subrepresentados y en atención a las disposiciones oficiales referentes a la nueva normalidad”, se lee en la convocatoria del Conacyt.
Siguiendo ese hilo, Ramón Vargas detalla que el Museo ha llevado etapas. La primera es volver a rescatar todo lo que había anteriormente para poder abrir. Otra etapa consiste en mostrar nuevas exhibiciones que lleven al Museo a esta filosofía que tiene: ser un agente de cambio social. La tercera etapa, que podría darse el próximo año, es consolidar este cambio con una serie de eventos para ayudar a esta visión del cambio de actitud. Comenta Ramón Vargas que actualmente se tiene un convenio con la Universidad Veracruzana y con el Inecol y se mantienen diálogos para lograr un programa de conferencias divulgativas. En diciembre del año pasado surgió la iniciativa de emprender una serie de charlas dictadas por investigadores. Sin embargo, en este 2022 no se logró hacerlo porque se encontraban remodelando espacios.
“El compromiso por logar la apropiación del conocimiento ha existido en esta Administración desde sus inicios. Ha sido difícil. Primero porque atravesamos un periodo de pandemia. Por esa razón no pudimos abrir y eso ha retrasado nuestros proyectos. Pero se están buscando caminos para llevar la ciencia a comunidades donde el acceso a ella es sumamente difícil, como el museo móvil. Están viéndose formas de reactivarlo y hallar nuevas formas de llevar la ciencia”.