Y, entonces, hablamos de Bacon

Y, entonces, hablamos de Bacon 1

Miguel Chípuli Santiago

Era julio de 2014. Recién había obtenido la cita para la entrevista previa a la admisión al Diplomado que, por segunda ocasión, ofertaba la Dirección de Comunicación de la Ciencia UV y era, también, la segunda ocasión que solicitaba mi ingreso, el cual se dificultaba por no ser egresado de la UV. El momento llegó. Me recibió el Dr. Martínez Morales. Iniciamos una charla. Por demás, amena: su capacidad intelectual le permitían ser condescendiente en la que intercalaba preguntas relacionadas con el fin de conocer mi interés por participar de ese diplomado. Al final, me dio su visto bueno y quedé aceptado.

En la sesión de bienvenida, el Dr. Martínez nos dio un mensaje y nos hizo participes a los 21 integrantes del grupo del gusto por tener como invitado conferencista al Dr. en Filosofía de la Ciencia León Olivé para impartirnos una charla. Entiendo que el gusto del Dr. Martínez no le permitió percatarse de nuestra frustración al no comprender aquello que el Dr. Olivé exponía con tanta vehemencia, y que casi ocasiona nuestra deserción inmediata. Pasó un tiempo para que el Dr. Martínez conociera esta anécdota y, con risas, disculpó nuestra evidente ignorancia colectiva en cuanto a la filosofía de la ciencia. Lo anterior, no sería destacado sino fuese porque fue, precisamente, el inicio de una amistad concedida por parte de un hombre sabio hacia un hombre con ansia de saber, y entender que esa persona, no era otra más que el mismo Mané, como le gustaba que le nombrasen. Mané, no sé si casualidad o de siempre, se erigía como protector-defensor, pues en la ocasión  del Panel de Expertos abordando el tema de  las pseudo – ciencias, tuvo la capacidad para disuadir el enojo de un panelista ocasionado por el exabrupto de la comparación entre la simpatía de los payasos producto de sus “patotas” con la simpatía de aquellas personas que son “patonas” y que, por ende deben ser, también, tan simpáticos como los payasos. Un negrito en el arroz.

Nuestra semanal convivencia en el diplomado se convirtió en “cosa obligada” para quienes participábamos, las cuales se daban en la mediación de las exposiciones, charlas y discusiones, y que, cuando no encontrábamos eco a nuestras propuestas o puntos de vista, recurríamos, irremisiblemente, a un árbitro en el pasillo, Mané. Que decir de las pocas ocasiones que Mané nos acompañó en la comida hacia el interior del edificio de la escuela de Inteligencia Artificial, en las que cada uno llevaba un platillo y compartíamos entre todos al son de la broma, el chascarrillo y las barbaridades que se ocurrían y que nuestro Mané disfrutaba. Esas comidas fueron, posteriormente, canceladas por una solicitud administrativa.

Con el objetivo de celebrar la Navidad de 2014, posterior a la culminación del diplomado, nuestro compañero Toño Luna nos convocó a reunirnos en su casa, que, conviene decirlo, prodigo como lo es Toño, nos  deleitó con unas riquísimas empanadas, ocasión en la que también nos acompañó Mané junto con Mirna y Valentina, y que aprovechamos para platicar cosas mundanas y en la que nos comentó – en cortito- acerca de su juventud crítica y revolucionaria con sentido social.

La ciencia en el bar fue un tema que “con cierto morbo” nos atraía, del cual nos platicaba Mané su dinámica y también sus riesgos, y a pesar que teníamos la intención de llevar a efecto una reunión de esa naturaleza, las condiciones y los recursos requeridos excedían nuestros alcances, por tanto, quedó como una asignatura pendiente.   

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Miguel Chípuli en exposición del Diplomado en Comunicación de la Ciencia

Y nos tomamos la copa de vino.  Fue después de la entrega de diplomas, afuera del auditorio, pero dentro del Museo de Antropología, y brindamos, y nos tomamos la foto, lo abracé con gusto, y reímos. Tuvimos una cena en la Central, frente a la Biblioteca Municipal, nos acompañó Mané, el acceso era difícil puesto que la placita donde se ubica tiene varios escalones y subir hacia la segunda planta representaba para él un enorme esfuerzo. Lo agradecimos –se lo agradecimos-  era una demostración de su afecto hacia nosotros, los privilegiados.

La presentación del libro Laberintos Recursivos fue una grata oportunidad de escuchar al Mané que, con sentimiento, comentaba a grandes rasgos su obra, sus quehaceres y peripecias profesionales y su devenir en la batalla por la socialización de la ciencia. Al término de dicha presentación, hubo una discreta recepción amenizada por un singular grupo de son huasteco, y tuvimos la oportunidad de convivir con el Mane emocionado, en tal ocasión le dije: Mané logro ver una similitud entre tus acciones por la defensa de la ciencia -y de aquellos que hacen ciencia- con esa lucha que llevó a efecto en su momento Sir Francis Bacon, me miró y me dijo: “yo no soy político”,  sin embargo, conviene valorar esas gestiones y cabildeos que realizó en pro de la socialización de la ciencia, lo cual requería –que no es cosa menor- de ese fino tacto político.

El que no brinque es Duarte”, era una de las consignas que se decían durante la magna manifestación en apoyo a la Universidad Veracruzana, a la cual me integré como parte de la DCC en el camino hacia la Plaza Lerdo -en el mero centro de Xalapa- y donde Mané sería uno de los expositores. Su mensaje, no obstante que pausado, llevaba el sello personal de ese luchador científico hacia las nuevas generaciones de universitarios.

La última vez que vi a Mané fue en el Hospital San Francisco. Cierto, estaba enfermo, y lo menos que podíamos hacer quienes sentíamos un gran afecto por él, era mostrarle nuestro beneplácito por su pronta recuperación, ¡echarle porras! Agradezco a su familia (Mirna, Valentina y Carolina), el habernos dado esa oportunidad.

Escribir estas líneas me ha permitido hacer recuerdos gratos de esa persona especial que fue -y que sigue siendo, aun sin su presencia física- Mané, y a quien seguramente volveré a ver en otra dimensión, y entonces me le uniré en esa camorra científica que, como era su costumbre, será de buena lid .

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