UN TAL NEFTA, SU ANGUSTIA

UN TAL NEFTA, SU ANGUSTIA 1

Ahora que se va poniendo viejo tan joven, justo esta semana, el Nefta ha emprendido apenas despertando, la tarea de encontrar una convicción o una razón o un sentido para poder desaparecer el sentimiento horrible de llegar al lavabo, coger el dentífrico y ya sentirse absurdo. Y la tarea le urge, porque en su angustia, el día no le alcanza y la vigilia menos. La cosa va así: después del baño y las obligaciones salubres con sus dientes, el Nefta lechuga, fresco se tira en la cama ya con camisa y pantalón planchados y, se dice a sí mismo, con un dejo de insatisfacción “despierto pero no vivo” . Piensa en cómo todos los días es el hombre engrane, y que su tiempo no es más su tiempo. “Pensar implica tiempo. Y el sistema no puede perder el tiempo. Es más. Tu tiempo es del sistema. No eres ya más un individuo, sino un engrane, y no debes faltar a ninguna vuelta y empuje.

Saberlo es una condena. Pero no saberlo, aún siéndolo, sería peor que la condena. Para cuando los zapatos ya ha pensado en todo aquello de su angustia, y se ha resignado que una vez más, al poner los pies fuera del departamento y subir al coche, por otras 24 horas debe soportar el tráfico, los pitidos, a los otros Neftas que posiblemente como él, habrán nacido al día sin un sentido y sin ninguna gana de ser lo que son.  

El Nefta sabe: debe llegar al trabajo y saludar, sonreír, decir una broma a Villanueva sobre el mismo Villanueva y, Villanueva carcajear. Encerrarse en la oficina, más adentro, en la computadora, matar la mañana y esperar la hora rápida de la comida y volver, volver a ese tedioso mundo -para él – sin ganas de vivirlo. Y así el Nefta, sin sentir ganas de estar del todo en este mundo, pero sin tener ganas de escapar de él, se pone a pensar (en lugar de trabajar) curiosamente cómo no le da por curar, ni procurar, ni mucho menos distraer su angustia yendo a bares, ver la TV, ir de compras, leerse un libro o dos, ni la internet, ni cosas por el estilo que se tienen por normalidad. 

No le basta la distracción, es más, no puede distraerse, la distracción es para él como un suicidio, es decir, un escape, y por eso es inadmisible, pues, aunque no tiene ganas de estar así en el mundo, tampoco siente ganas de escapar de él. Quiere estar ahí, pero no así. Esa es su circunstancia como dice Ortega.  Algún sentido debe tener esta su angustia como para no intentar vivir sólo distrayéndose de ella. El problema no es si lo haya o no, el sentido. Sino ¿Cómo? ¿Cuál es el sentido de ser?

El Nefta tiene su erudición, es chico universidad, chico profesional; tiene libreros modestos con todo tipo de literaturas; pero como a Fausto, de nada le sirve encerrarse en sus libros y su sabiduría y conocimientos, el sentido no está ahí tampoco. “Hoy en día la gente no cree ya en eso del alma” se dice, y él mismo no cree en la suya, no tendría qué ofrecerle a Mefistófeles si este apareciera. “Las angustias y las maneras de negociar la felicidad han cambiado” concluye.   

Parece un existencialista, eso le hace sentirse más angustiado. Se hermana a Sísifo y piensa en su roca, en su castigo, el trabajo inútil y sin esperanza. El Nefta piensa para sí “¿Cuál debe ser mi roca?” Morir es su cima y el absurdo su roca: el trabajo, la oficina, los bromas a Villanueva, lavarse los dientes, tener su profesión, su buen sueldo, su buena familia, su buena novia, sus buenos amigos y todo lo planeado para esta edad en la que se está volviendo viejo tan joven.  Todo lo que ha planeado ha salido, y, sin embargo, muy en su fondo – quizás reminiscencias de su infancia – aún le queda la sospecha radical: algo que le hace pensar que el sentido de la vida no lo da solo vivir. Algo le hace sentirse angustiado: ¡Ay! El sentido de ser. Y ahí te quiero ver.

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