SEGUNDA Y AÚN INCIERTA APARICIÓN DE LA REVISTA CRONOPIOS Y DIVERGENCIAS

SEGUNDA Y AÚN INCIERTA APARICIÓN DE LA REVISTA CRONOPIOS Y DIVERGENCIAS 1

Nosotros, nosotras,  estábamos fuera del cerco. Se hacía indeseable participar ahí nuestra palabra. Así fue que en 2016, nacer una Cronopios y divergencias, fue, como nacer campesinado. Un campesinado lo es –todos y todas lo saben- si se habita cultivando tierra, sobre todo eso: campesino porque tierra.  Pero, sin tierra, un campesinado sería un absurdo. Así, nosotros, nosotras, que nos intentamos dedicar al campo del pensar, nos vimos que no podíamos participar en las fincas donde pagan por pensar, porque, alguien que se dedique a pensar, y que le digan qué debe pensar, también, como campesino sin tierra, para nosotros sería un absurdo.

No habíamos lamido, ni postulado, ni practicado aquello que sólo protocolariamente te hace valer a veces como pensante en este mundo. Y entonces, viendo que solo volviéndote fama te toman en cuenta, nosotras, nosotros, como cronopios,  nos propusimos andar periferia al respecto del centro de un mundo pensador-homogéneo y harto impositivo.

Y sí, a luego, caímos en cuenta que tal decisión: pensar sin ser pagados, pagadas; sin ser moda, sin ser eslogan, sin ser playera partidista, sin ser institucional implicaba, más que un modo de pensar, un modo de vida; que más indecoroso aún: un posicionamiento político.

Entonces, fue que nos dijimos una tarde en que ya no teníamos beca institucional de la Maestría entre el Lalo y yo: ¿Por qué no hacemos un espacio donde podamos compartir lo que pensamos, e invitamos a otros, otras a pensar con nosotros, y así, llevamos a cabo aquello cabal que mantiene viva a la filosofía de por sí: el espacio diálogo reflexivo?

Fue en ese acuerdo que lo hicimos. Y se nos puso en la mente, que nos llamaríamos Cronopios, porque andábamos en nuestro papel cortazariano de ir contra todo (Bueno, eso de contra todo es un decir, no contra todo. Nada más contra el sistema).

Tampoco se nos pasó por la mente que éramos filosóficamente antítesis (yo hermeneuta y Lalo Analítico)  y que por ello no podríamos nacer acuerdos para nacer una revista. Sí se nos pasó por el corazón – contrario a Aristóteles – que éramos más amigos de nosotros, que de la Verdad (la impuesta, se entiende).

Acordados que tomaríamos como nombre “Cronopios” por aquella actitud de los húmedos verdes. Nacimos la revista. Lalo dijo que nuestro quehacer que intentábamos, era un acto de divergencia, porque nos alejábamos de las líneas trazadas y establecidas para pensar y ser filósofos. Y pues, rematando,  ahí nomás quedó al pelo el nombre: Cronopios y Divergencias.

Como ustedes saben, en este mundo sistémico, pretender estar fuera de él pareciera una imposibilidad. Sin embargo, estar contra él, no lo es. Como gente que se dedica a querer pensar, pensar contrasistema, es como estar campesino sin tierra. Porque el pensar (dicen los y las que saben)  a veces sólo vale y es verdadero si es académico e institucional. Pero, en eso, nosotros, nosotras notamos un absurdo; porque, por ejemplo, un campesino que el cacique lo despoja y corre de sus tierras, no por ello deja de saber sembrar. Así, nosotros, nosotras,  si bien, sin querer ser sistema estábamos sin una tierra en que sembrar nuestra palabra; no por ello dejábamos de saber pensar.

Y ustedes han de decir ¿por qué son así?  ¿Por qué mejor no se vuelven parte del sistema, si total, como filósofos y filósofas y demás títulos, lo son pues, porque un sistema? Y nosotros, nosotras,  respondemos como el meme: pues sí, muy bonito y todo, pero, dado que en este mundo, vimos, mandan quienes pagan; ellos, ellas, iban a querer decidir qué pensar, qué se debe decir, qué es la verdad, qué se debe conocer, qué se debe investigar,  etc. Y como no somos amigos de la tal Verdad (la impuesta, se entiende) tampoco del falso pensar.

Creemos en el pensamiento como un quehacer al que todas, todos, están invitados. Que este es libre, o no lo es. Que el reto está en recuperar los espacios del pensar, y que el primer espacio a recuperar, es nuestro pensar mismo. El cual, atiborrado de contenido basura, muchas veces no atiende las preguntas de lo más grave de cuanto nos pasa: nuestro existir.

Como filósofos, filósofas, creemos que la filosofía no es lo mejor que nos pudo pasar en la vida, sino la mejor vida que nos pudo pasar. Creemos en la belleza de tal ontología humana. Y nos sumamos a lo que dijo Schiller, que: “la verdad y el bien sólo en la belleza están hermanadas”. Que si la preocupación en acciones bellas necesariamente conlleva un mundo mejor, así, con todas sus letras, que la revista Cronopios y Divergencias se entienda como una acción bella.

Ahora, si regresamos a la analogía entre el campesino, campesina sin tierra y el pensador, pensadora sin espacio para la palabra.  Nacer nuestra revista, fue, entonces,  una recuperación de tierra; o como dicen y hacen quienes dignamente son rebeldía “recuperar y generar los espacios”.  Ya queda, solo, trabajar esta tierra que se llama Cronopios y Divergencias, para  sembrar nuestra palabra. Es por eso que estamos aquí hoy, al decirlo, haciéndolo, pues es a través de esa alquimia de su palabra, que nuestra revista encuentra el ergón de su existencia.

Si conversando se riega la flor del pensamiento; conversando y compartiendo estos cuatro años,  fue que encontramos nuevos y nuevas integrantes que se sumaron, como dice el Flaco Spinetta, a nuestro Jardín de gente. Y estamos contentos de ser los y las que somos en ésta segunda e incierta aparición de la Revista Cronopios y Divergencias.

Están el Hermes, El Tío Larisláo, el Filosofito y el Felipín, que han mandado también su palabra en un recado para casi el  final de ésta presentación; y que me llevó anoche el Hermes antes de que cerrara edición.

Hermes, Felipín, el filosofito y el Tío Larisláo son los cronopios que por acá colaboran con nosotros, nosotras armando y haciendo la revista que ahora les presentamos. El primero fue el Felipín, que, cuando iniciamos, y entre veces que  no tenía clases o tenía tiempo, era el que estaba ayudando haciendo los favores de llevar y traer recados, y ayudándonos a vender tamales, y  a barrer las instalaciones cuando nos tocaba quedar de intendentes.

El Tío Larisláo, el Hermes y el Filosofito han compartido su  palabra de aquende pasa entre los montes del sureste veracruzano: sus experiencias, sus decires, sus sufríres, sus reíres y sus pensares. 

El filosofito, que en los momentos que la tarde se hace noche, se queda mirando las estrellas como entendiendo algo más, y lo dice.  

El Tío Larisláo, que entre labores del campo, siempre te “palabra” (así dice él) de aquello que escucha en los silencios del monte, de los sentidos del existir entre la naturaleza; del cantar del arroyo, del coro de árboles mientras los peina el viento, en fin, del habitar del campesino.

 Y por último, pues el Hermes. Él es quien se cartea a veces con quienes hacemos contacto y acuerdos allá afuera como revista filosófica; aunque, la mayoría de las veces, solo escribe cartas para su Doctora Cósmica, que, en otro chance que haya, les platicaré bien quién es. Mientras, les diré, que es algo así como “la muchacha de su corazón” como dice el Felipín, que entre otras cosas, éste último, también ya supimos, trae sus querencias con una tal Rosita. Pero bueno, de eso no estamos hablando.

Entre el rancho y la ciudad, pues está el hermeneuta, o sea, yo.  En la ciudad el analítico, o sea, Lalo. Ricardo, que es filósofo de la ciencia; Arturo, editando videos; La Rondinella, y la psicóloga  Nayeli Arechiga, que desde Ciudad Guzmán Jalisco,  ha decidido sumarse a la Cronopios y Divergencias. Pues ellos, ellas, nos están viendo ahorita, y le mandamos un abrazo.    

Y así, en fin; estos, estas son, los que con nosotros, nosotras somos los que hacemos esta revista.

Ya casi para finalizar, paso ahora a leer el recado que me hicieron llegar anoche, a través del Hermes, aquellos compañeros que les basta ser palabra para estar:

RECADO:

Más tarde, cuando la noche sonreía con estrellas como dientes, despierta y colgada allá arriba;  vimos la luna asomarse al espejo del estero. El aire andaba tibio y acariciador.  

–Pinta linda noche- Me dijo el Tío Larisláo.

Y prosiguió diciendo:

-Ve y diles que compartan con gentes de la ciudad cómo nosotros nacimos de ésta convicción: que los mundos también se siembran, y que acá, intentaremos en algo, con nuestra palabra, en abonar tantito para la sembrada de un mundo mejor.

Bueno. Eso es lo que les mandan decir los compañeros que son espíritu de nuestra revista a ustedes, los y las amigas de la feria del libro de Tehuacán; y de manera general, a todo Tehuacán.  

Y a mí, que nunca me salen bien los finales bonitos, no me queda más que, para despedirme bellamente, usurpar algunas palabras, que, una noche, en que quería sanar de la melancolía a mi corazón, me dijo amigamente el filosofito:

Sea la luz de la palabra

como una semilla

que se siembra en la tierra

de tu corazón

para que a la vuelta

de una primavera cósmica

tu corazón sea una flor que brilla.

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