II LA MEMORIA Y LA ESPERANZA

II LA MEMORIA Y LA ESPERANZA 1

Por Christian Leobardo Martínez Aguilera

Ésta segunda parte de nuestra reflexión contiene la hora más benjaminiana. La memoria como el llevar a cabo el cumplimiento de lo que Benjamin llamó: débil fuerza mesiánica: la asedia del pasado en nuestro presente. Benjamin es uno de los críticos más radicales de la idea de progreso de sus tiempos,  ello está, en que no se centra sólo en la crítica tradicional de izquierda marxista encarnada en el frustrado socialismo, sino que busca la transformación radical del marxismo mismo,  y del materialismo histórico con la ayuda de la teología, específicamente, con la idea del mesianismo.

    Este es uno de los rasgos que vuelve actual y relevante el pensamiento benjaminiano: la crítica que emprende contra la idea de progreso, pues dicha idea progresista sobre el mundo, la historia, la cultura, la ciencia y el paso del tiempo,  no ha cesado de vencer. La idea o cultura del progreso, está anclada en la visión moderna e ilustrada de cientificidad que ha entendido “progresar”  como el fin último de la humanidad – así como supuestamente deseable – pero, además: de fin último, deseable y también inevitable. En pos de este bien y fin último se han querido justificar muchas muertes, y lo peor, aún, y que nos interesa aquí enfatizar: los olvidos de dichas muertes.  

Esta idea de progreso conlleva también su idea de “tiempo” y de “historia”. El tiempo es aquello que avanza homogénea y linealmente; y  la historia ha venido a  ser simplemente la voz de aquellos que han tenido las técnicas, las estrategias y el saber para hablar sobre el fenómeno de aquello que: ha sido. Esto es, el pasado.

    El contenido de este modo de hacer historia, es decir, el pasado que satisface  esta historia, es una cuestión selectiva;  pues solo recuerda o solo pasa a la historia aquel pasado que sea relevante o contribuya a la construcción de  este fin último progresista. Por ello, pensar el tiempo como aquello que avanza sin miras a los pasados no relevantes, es, de una u otra manera, la imposición de la visión particular de lo que ha sido para el vencedor.

    Esta cultura del progresismo  conlleva la idea de un futuro siempre mejor, de un Godot que nunca llega, de tiempo por venir,  sí, pero nunca por cumplirse, y que, en dado caso de cumplirse, estaría dejando atrás muchas cosas olvidadas: como ha venido haciendo.  En las ciencias sociales, humanas o del espíritu. Incluso, en el pretendido neutralismo de la ciencia natural y rigurosa de hoy día, toda crítica y memoria que no tenga presente esto, seguirá por tanto presa de dicha idea de progresividad sesgada. Por otro lado, retomando la cuestión, habíamos hablado de la teología como el punto radical de la pretendida transformación del materialismo histórico por parte de Benjamin, porque a través de contraponer el mesianismo al utopismo tenemos que existe la posibilidad de irrumpir el continuum (inevitable fluir del tiempo hacia adelante) de la historia.

    La teología mediante el mesianismo ofrece la posibilidad de esta ruptura (discontinuum) porque el mesianismo está en el tiempo del ahora, tiempo que no es un mero estar presente en pasividad, sino que, en tanto el pasado es lo que nos constituye, al asumir en nuestro presente los pasados olvidados de la historia, estamos realizando la ya mencionada débil fuerza mesiánica. El pasado se vuelve presente si lo asumimos en el presente de nuestra vida cotidiana, lo presente está de esta manera constituido por el pasado.

    El presente preñado de pasado recuerda las injusticas cometidas por la historia que hasta ahora había sido selectiva. Existe un asunto en la historia más importante que el progreso parafraseando a Atahualpa Yupanqui: que nadie se entierre en el olvido para que otro se recuerde mejor. Esta es la esperanza al ocuparnos de otros pasados posibles, que se enferme de arritmia el corazón de la historia, que dentro de su sístole y su diástole palpita progresivamente.  

    Si hemos hablado de prácticas fascistas en la actualidad por parte del narco-Estado; vemos que Benjamin ha criticado el fascismo como un hijo de la idea de progreso. Por ello mismo, valdría la pena aseverar que, si no es el mesías el que se ha colado en nuestro presente,  si se ha colado  el fascismo mediante esa idea de pretendido progreso que sigue vigente. ¿Si lo que Benjamin criticaba sigue vigente, acaso no debe estar vigente también Benjamin? ¿No es un fantasma más Benjamin que nos asedia y requiere memoria?

    La posible reactualización de Benjamin consiste en ese proceso de la débil fuerza mesiánica, donde las esperanzas “no de los vencidos” sino de los desaparecidos, violentados y demás pueden redimirnos a nosotros al evocarlos en nuestra memoria. Con ayuda de Benjamin, encontramos en la memoria el modo como podemos traer la voz de los muertos y reinterpretar pasados no dichos y aún posibles.

Los fantasmas que nos asedian recorren nuestras geografías amenazados por ese “sin mirar atrás” que deja todo en el olvido.  Pero nosotros, contentos de haber encontrado esperanza en la memoria, preguntamos además  ¿Cómo vivir con los fantasmas?

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