El pájaro Mané

El pájaro Mané 1

Por Christian Leobardo Martínez Aguilera

Ya se estaba levantando – así como las bocanadas de humo al fumar- la fresca neblina
tempranera. En el rancho no es como decía el griego Protágoras “el hombre es la medida de
todas las cosas”, no, acá, la cosa de los trabajos y los días tienen su propia medida. Y esas, aún,
como Apolo, las impone el Sol.
Ya me daban las 7 y media de la mañana. Estaba urgiéndole en ensillar mi caballo que se llama
el dasein, para ir a tierra baja. Yo mi tierra ya la tengo lista allá para sembrar; y hoy, viendo
cómo se levanta en su apurancia la neblina, si no me apuro yo, me ganará el sol y, más tarde,
se sentirá como una lumbre en la espalda que me hará imposible trabajar.
No había tomado ni café. Apuré también el sorbo, desaticé los tizones del fogón – no vaya a
ser la de malas- y partí en mi caballo a tierra baja. Los pensamientos, mientras se trabaja acá
en la dulce tierra, no faltan. Son pensamientos que trotan, o pensamientos verdes cuando
miro el valle, o azules cuando el cielo y frescos cuando el aire. A veces hay pensamientos
amarillos, de sol, y un poco quemantes. Mis favoritos son los pensamientos sombra, esos que
nacen en un rato de descanso bajo algún árbol entre el cigarrito y el café.
En eso estaba cuando de pronto el cielo se volvió a poner gris, se anunciaba pues la lluvia. Me
acordé de cómo nos explicaban sobre el ciclo del agua en la escuela cuando era niño. y así, en
tales correncias de los pensares, pensaba yo en la cantidad de los porques que nos ha
respondido y aclarado la ciencia ¿Cuántas preguntas inspiraron a personas de ciencia en la
antigüedad, así como a mí -con toda proporción guardada, claro- me nacen algunas preguntas
hoy- ¡Cómo les debemos todo lo que sabemos ahora! Pensando en eso, también, como
rondan aquellas alegres mariposas por el claro espacio, llegó rondando en mí una bonita idea:
la ciencia es una tarea colectiva. La idea no es mía. Es de Mané. Yo, entre esas veces que les
decía de sombrear o descanso, también me recuerdo de cosas que aprendí en mis vueltas allá
por la ciudad. De la gente interesante, buena y muy sabia que dejó sus hondas huellas en mí.
La ciencia es una tarea colectiva. Mané creía en esa idea, y más que una idea me parece a mí
como un bonito sueño. Y creo que es correcto mi parecer, o por lo menos, pienso en que Mané
estaría de acuerdo conmigo: que cada sueño, en este mundo infame implica también su lucha.
Mané luchó por la libertad en la ciencia, en el pensamiento. Por un mundo en que niñas y
niños, como yo en su momento en el rancho, pudiéramos tener acceso a la fiesta del saber.
Que no fuera cosas de élites, de poder, de abusos, de dinero, no, Mané creía que debíamos
encontrar en ello, las esperanzas de la libertad.
Y así, como el pájaro montañero que ahora viene a cantarme en mi azul mañana posado en la
punta de aquél nacaste, me llegó el recuerdo que a veces apuño nostálgico en el corazón, de
cuando yo conocí a Mirna y Mané. Verán, una vez, fundamos una revista filosófica con mi
compañero Eduardo. Y cuando hicimos la modesta presentación, como nuestra revista era
pequeña y modesta, sólo dos o tres personas asistieron. Pocos, pocas apostaron o creyeron en
nuestro proyecto honesto y noble de la filosofía arando con su palabra por el libre
pensamiento. Entre esas personas que fueron, invitamos a la presentación, de manera
especial, a Mirna y Mané. ¡Ay! cómo olvidar aquella atención que tuvo Mirna de leer mi escrito
para esa ocasión, y comentarlo. Fue amable, inspiradora, y me sentí muy bien al ver que una
mujer tan inteligente y talentosa, pero, sobre todo honesta, pudiera haber tenido tiempo de
leerme y darme buenos ánimos. Mané nos habló de su historia personal con la palabra
Cronopios ¡Mirna y Mané! Cómo le debemo tanto a su guía y su acompañamiento horizontal y
sincero en nuestros caminos. De pocas personas espera uno, una en sus orgullos intelectuales
de aprobación o validación. Mirna y Mané son para nosotros (Revista Cronopios y

Divergencias) voces de las cuales, al darnos el visto bueno, nos hicieron sentir que íbamos por
un buen camino. Bueno, yo de plano, henchido del pecho por tales recuerdos y pensamientos
sobre Mirna y Mané, me devolví mejor pa la casa, y comencé a sembrar este texto:

LIRISMO AL PÁJARO MANÉ

Hoy quiero parlar en lirismo y fusionar la emoción y la experiencia en el lenguaje este -que de
algún lado nos vino y nos hizo fundar la belleza- y que es la poesía. Creo de corazón que la
libertad anida donde la belleza. Pues la belleza, no siendo una cosa, sino acontecimiento,
sucede en cada muestra o aleteo de la libertad.
Nada más hermoso que un acto de libertad y nada más libre que un acto hermoso. Ahí está el
ergon ético y estético. Pues, más aún, en tal movimiento ontológico, es que nos viene también
lloviendo en ganas y vida lo ético. Bueno es ser libre y hermoso serlo. Ética y estética son actos
de libertad.
Nuestro compañero Mané era hermoso, bueno y libre. A veces creo era una flor, a veces, yo
pienso, un pájaro. Y cómo aleteaba en ser libre. Y cómo trinaba en ser bueno. Y cómo ¡Ay! lo
extrañamos muchos, muchas en nuestro corazón. Y no olvido aquella vez en que lo conocí.
Señor de ciencia que hablaba poéticamente. Señor pájaro que escuchó lo que yo tenía que
decir. Y entonces, tan niño y tan lienzo en blanco como tenía su corazón, así como esperando
siempre y constante crear nuevos destinos, el eco que hizo a mis palabras en él, me hizo
entender la dignidad y lo correcto que movía mi pensar. Y testigo como él, fue con el
testimonio de su oído que aprendí sobre lo grande humano que es trabajar por lo colectivo.
Una sola voz nos hicimos, y una sola voz andamos desde aquella vez, la voz del colectivo, esa
generalidad sana y bella donde el ser humano puede vivir en plenitud y sin oprimir al otro, la
otra. Ya saben, esos hermosos mundos que nos comunicó Mané.
Es que sí, hay quien habita otros mundos y otras formas. Hay quien hace realidad en su lucha
lo que otros nada más rayamos en sueños. Y así, habitando los mundos de lo diferente hay
quien es capitán, y nos guía los vuelos. Hay quien es estrella, luz en el cielo, canto de rayo en la
oscuridad. Hay quienes son oídos, hay quienes abrazan nuestros sueños diciendo “acá, donde
vas, yo he andado, entonces ya corre hermana, hermano, que ya en nuestros sueños, de
hermosa y azul te espera la libertad” y así es ahora, para nosotros, el Pájaro Mané.
Por eso, no puedo confundir hoy ya a Mané y su partida, con un recuerdo triste, pues es
hermoso pájaro en sus palabras cantando en azul al hermoso -como el de hoy en mi cielo- sol
de la ciencia.
Pájaro Mané, si con estas prosas azules no destruyo en nada -como tu ejemplo me enseñó- al
infame poder, por lo menos sé que, al sucederme tú en la poesía, bellamente me sucede la
libertad.
¡Pájaro Mané!
¡Ay, cómo acompaña tu palabra mi esperanza!
¡Ay, cómo es tu luz un gran ejemplo de vida!
Y así vas Mané, hecho ya luz, hermoso, para tanta gente pequeña que vamos detrás.

Fragmento del libro (en proceso de publicación) en homenaje a Manuel Martínez Morales «Mané», científico, activista y comunicador de la ciencia

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