Foto: Fundación UNAM
Por Eduardo Corsario
Gracias a la proliferación de una serie de campañas no necesariamente bien informadas, hoy en día un considerable porcentaje de personas están en contra de los transgénicos y se desconocen los beneficios de estos para el avance en salud, como su aportación para la creación de vacunas y el control de la diabetes.
Desde el punto de vista de Antonio Lazcano Araujo, biólogo y doctor en Ciencias, en su intervención durante el panel “Pensamiento crítico. Cultura y Ciencia”, del Seminario Patrimonio Cultural. Antropología. Historia y Legislación, hay confusión al respecto de este tema, sobre todo del conocimiento biológico implicado. Además, la crítica debería enfocarse hacia las grandes compañías que monopolizan las técnicas de su manejo y control:
“Si algo nos ha demostrado la investigación acerca de los genomas es que todas las especies están intercambiando constantemente genes. El tomate más puro que la gente pueda imaginar en la milpa más aislada del mundo capitalista que se encuentra en la sierra de Oaxaca va a estar llenos de genes que brincaron de una planta−a veces de una especie muy diferente−a ese jitomate. Es lo más común en el Universo”.
El debate acerca de los transgénicos ha marcado división en las comunidades no solo en la sociedad en general, sino también dentro de las comunidades pertenecientes a la ciencia, tecnología e innovación. En términos generales, resaltan quienes consideran que con ellos es posible contribuir a un sustento más eficaz para las políticas alimentarias, lo cual implica desarrollo social. Por otro lado, está el frente que ha difundido la idea según la cual estos productos son perniciosos a la salud a corto, mediano y largo plazo.
Para el investigador, el problema real no debería ser olvidado, es decir, las estrategias para desarrollar una agricultura sostenible que no dependa de compañías que controlen la técnica o los genes o la imposición de métodos de cultivo. “Y si alguien duda del valor de los transgénicos, que me diga cómo le van a hacer para alimentar a un país de 120 millones de habitantes con milpas. La milpa es, efectivamente, la suma de un conocimiento ancestral empírico que ha resultado en un aprovechamiento extraordinario, de los recursos biológicos de cierta zona. Pero en el Norte de México no hay espacios para milpas. Hay regiones de México donde esta forma de cultivo tan maravillosa que hay en Oaxaca no se puede traspasar”.
Existe−explica Antonio Lazcano− una serie de vacunas debido a los transgénicos. Sin estos habría sido difícil hacerle frente a algunas afectaciones a la salud en la historia de la humanidad “Yo soy diabético. Todas las noches me tengo que inyectar un poco de insulina y lo puedo hacer sabiendo que no voy a tener ningún problema con la pureza de esa insulina porque todo el aparato científico que produce esa insulina ahora está en tanques de levadura que ahora están produciendo una perfectamente pura, perfectamente adecuada para los humanos, y no corro el riesgo de morirme, aunque algunos que me están escuchando quisieran que ya me muriera”.
Hace 20 años−argumenta el especialista en virus− la posibilidad era distinta, porque la insulina se traía de vacas y caballos y los riesgos resultaban ser muy graves. Criticar a los transgénicos, sostiene, es sin darse cuenta como criticar las vacunas. “Y claro que uno quiere las nuevas vacunas no estén controladas por unas pocas compañías farmacéuticas, sino que sean un bien común. Eso es exactamente lo que tenemos que controlar, que es distinto que estar negando una técnica”.
Política científica mexicana: misticismo y polarización
La situación dentro de la política científica en turno ha adquirido matices de polarización debido a los activismos que han realizado criticas a algunas medidas procedimentales. Para Antonio Lazcano vivimos en un mundo polarizado en donde cualquier crítica al gobierno es vista como si eso significara un apoyo a los gobiernos priistas y panistas anteriores. Mucho del priismo pasado, esgrime, “ha reencarnado como si fuera un aparato místico: ha reencarnado en el gobierno actual”. Más aún, en el terreno de la política científica misma existen creencias que van fuera de los parámetros lógicos, epistémicos y racionales para tocar linderos de lo místico.
“La ciencia no es la solución para todo, efectivamente. Pero yo al menos me confieso hijo de la Ilustración y no acepto que en mi descripción de la naturaleza haya entidades místicas como la fuerza del maíz que es el alma del país porque entonces dónde dejan el chile, dónde dejan los frijoles y dónde dejan las acelgas. La cultura no se puede reducir a ese simplismo al que lo reduce el Conacyt”.